martes, 20 de mayo de 2025

Infancia en pausa

 

Por Esteban G. Santana Cabrera  
En las últimas décadas, el sedentarismo se ha convertido en un rasgo preocupante entre la infancia canaria. Hoy, casi uno de cada dos niños de 6 a 9 años presenta sobrepeso u obesidad (45,8 %), una cifra que ha crecido un 2,8 % desde 2019. Este dato contrasta con la realidad que muchos vivimos hace cincuenta años. Entonces, nuestras jornadas transcurrían entre patios y juegos en la calle, partidos improvisados de fútbol o interminables subidas y bajadas en bicicleta. No existían aún  las pantallas ni el “transporte puerta a puerta”. Moverse era la norma, no la excepción.

La evidencia científica es rotunda: los primeros años de vida son importantísimas para moldear la composición corporal, la densidad ósea y la motricidad. Cuando un niño adquiere la costumbre de moverse a diario, 30 minutos intensos y al menos 60 moderados según la OMS, no solo controla mejor su peso, fortalece el sistema cardiovascular, reduce la probabilidad de desarrollar diabetes tipo 2, mejora la concentración en clase y disminuye los síntomas de ansiedad y depresión en edad escolar.

En mi niñez la dieta no estaba tan monitorizada, nadie pesaba las raciones ni leía las etiquetas, pero era, paradójicamente, más saludable. Abundaban productos frescos de temporada, la comida rápida era anecdótica y los refrescos constituían un lujo solo para los domingos. El gasto energético era mayor que la ingesta adicional; esa sencilla ecuación nos mantenía en un rango de peso adecuado aunque comiéramos “de todo un poco”. Hoy, la balanza se ha invertido. La oferta de alimentos ultraprocesados es barata y accesible, mientras el precio medio de la cesta saludable crece año tras año. Si a ello sumamos tardes enteras frente a tablets y deberes que sustituyen al juego libre, el resultado es la epidemia actual.

La obesidad infantil no es solo un problema “estético”, es la antesala de patologías crónicas que recortan calidad y esperanza de vida. En Canarias, según los especialistas, ya se observa una mayor prevalencia de hipertensión, falta de concentración y apnea del sueño en menores con exceso de peso. Los costos sanitarios futuros amenazan con desbordar un sistema ya tensionado. Además, el sobrepeso influye sobre la autoestima de los más pequeños y favorece el aislamiento social, alimentando un círculo vicioso de inactividad y malestar emocional.

Romper esta tendencia exige más que campañas puntuales. Necesitamos una “alfabetización” que empiece en la edad infantil y se prolongue a lo largo de toda la escolarización. El Plan de Prevención de la Obesidad Infantil en Canarias (POICAN) incorpora medidas como controlar la oferta de vending, promover rutas escolares activas y formar a las familias en alimentación saludable. En esa línea y bajo ese paraguas estamos en nuestro colegio con el proyecto Creciendo Saludables: Programa ALIPA que tiene como objetivo principal intervenir en los factores educativos y emocionales para promover la salud y prevenir el sobrepeso y la obesidad en la infancia, mediante la adopción de hábitos de vida saludable desde edades tempranas, involucrando a las familias. Por que este trabajo solo funciona cuando se vive en en casa.

En mi niñez, sin “apps de salud” ni relojes inteligentes, la actividad física se integraba de forma natural en la vida cotidiana. Hoy, con más conocimiento y más recursos, paradójicamente nos movemos menos y comemos peor. Recuperar el equilibrio implica colocar el ejercicio en el centro de la vida educativa y familiar, desde la guardería hasta la juventud. Enseñar a nuestros niños y niñas que el ejercicio físico y jugar al aire libre, mejora el estado de salud y la madurez emocional, es la lección más valiosa que podemos dejarles.

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