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miércoles, 14 de mayo de 2025

La familia, raíz de la sociedad

 

Por Esteban G. Santana Cabrera 
Cada 15 de mayo, la ONU celebra el Día Mundial de la Familia, un momento para volver la mirada a esa institución que, aunque ha cambiado con el paso del tiempo, sigue siendo el pilar de toda sociedad. Hoy más que nunca, es necesario hablar de la familia: de lo que representa, de cómo ha evolucionado, y de por qué, en muchos casos, vemos más familias desestructuradas a nuestro alrededor.

Tradicionalmente, la familia ha sido entendida como el núcleo donde se aprende a amar, a respetar, a convivir, a perdonar. Es en ella donde se forman los valores que luego llevamos a nuestra realidad. Sin embargo, el modelo familiar ha cambiado. Ya no existe una única forma de familia, pero el amor, el compromiso y el respeto que se viva en su interior deben ser su columna vertebral.

Pero la realidad también nos muestra otra cara: muchas familias se enfrentan a la desunión, a la violencia, al abandono, a la soledad. Las llamadas familias desestructuradas no son un fenómeno nuevo, pero sí cada vez más visible. La falta de tiempo, el estrés, las crisis económicas, la pérdida de referentes o los modelos sociales distorsionados han debilitado los lazos familiares. No se trata de culpar, sino de mirar con responsabilidad. Una familia tocada por la desgracia, también lo está la sociedad.

El Papa Francisco lo expresa con claridad: “Cuando nos preocupamos por nuestras familias y sus necesidades, cuando entendemos sus problemas y esperanzas, sus esfuerzos repercuten no sólo en beneficio de la Iglesia; también ayudan a la entera sociedad.” Esta afirmación nos recuerda que el bienestar familiar no es un asunto privado, sino social. No podemos aspirar a una sociedad justa, compasiva y en paz, si no partimos de familias que enseñen el respeto, la dignidad y el amor mutuo.

La familia no es perfecta. Está formada por personas con errores, con heridas, con historias complejas. Pero es precisamente ahí, en medio de esa imperfección, donde está su belleza y su fuerza. Cuando se construye desde la entrega y el perdón, cuando se educa en valores, cuando se acoge la diferencia y se aprende a dialogar, entonces se convierte en una verdadera escuela de humanidad.

Hoy, muchas veces, defender la importancia de la familia parece ir contra corriente. Se relativizan sus vínculos, se trivializan sus compromisos, y se deja de lado el papel formador que tiene. Pero resulta evidente que, si la sociedad actual se concentrara en formar familias con respeto y valor a la dignidad humana, no tendríamos que defender lo obvio: que el amor, la estabilidad, el acompañamiento y el ejemplo que se vive en el hogar, son la base para un mundo mejor.

En este Día Mundial de la Familia, más allá de celebrarla con palabras bonitas, estamos llamados a comprometernos con su cuidado. A protegerla desde la política, desde la educación, desde la fe y desde la acción ciudadana. A escuchar a quienes la componen, a apoyar a quienes la sufren, a fortalecer a quienes luchan por mantenerla unida.

La familia no es solo un concepto; es el primer lugar donde cada persona aprende a ser quien es. Si cuidamos nuestras familias, estaremos sembrando esperanza para las generaciones que vienen. Porque una sociedad que invierte en familias sanas, es una sociedad que construye futuro.

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