Pedagógica, tecnológica y organizativa. Éstas son las tres áreas clave que tienen en cuenta los centros innovadores. Pero ¿cómo se planifica la gestión del cambio? ¿Qué se debe tener en cuenta en cada uno de estos ámbitos?

Además, un centro puede introducir nuevas tecnologías y los docentes modificar su metodología… pero eso no significa automáticamente que se convierta en innovador. Como explican Mariana Altopiedi y Paulino Murillo, de la Universidad de Sevilla, —y en su artículo ‘Prácticas innovadoras en escuelas orientadas hacia el cambio: ámbitos y modalidades’ publicado en la revista ‘Profesorado’—: “La innovación supone un cambio, pero no todo cambio resulta innovador. Es importante que tenga un carácter sostenido tanto en el tiempo como en el espacio, no se trata de una modificación efímera, sino de una transformación que aspira a institucionalizarse”. Por eso, un colegio innovador está orientado permanentemente hacia la mejora, lo que se traduce tanto en la revisión de sus procesos como en una evaluación continua de los mismos.
Para Juan Carlos Palomino, de Asociación Espiral, Educación y Tecnología, es importante que “todas las directrices que se marquen afecten a la comunidad educativa al completo: familias, docentes y alumnado. Además, una escuela innovadora tiene que empezar por modificar sus horarios, sus espacios, su manera de relacionarse, su forma de enseñar… Debe contar con espacios y momentos para la reflexión, para la intimidad, para el diálogo, para la socialización, para el fomento de la creatividad, etcétera”.
Según recogen las conclusiones del Encuentro Internacional de Educación de Fundación Telefónica, un centro innovador es “aquel que responde a las necesidades de su comunidad y de la sociedad mediante la mejora de sus servicios, lo que implica revisar tanto la gestión como el proceso de enseñanza-aprendizaje”.

Puedes leer el contenido completo de este reportaje, que incluye las experiencias prácticas del Colegio Montserrat (Barcelona) y la Ikastola Arizmendi (Guipuzkoa), en Educación 3.0, nº 17, invierno 2015. En este enlace podéis echar un vistazo a la versión digital reducida (tiene 22 páginas frente a las 84 de la versión en papel).
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