martes, 17 de diciembre de 2024

La desafección educativa en el profesorado canario

 

Por Esteban G. Santana Cabrera   

En las aulas españolas, cada vez más docentes nos sentimos atrapados en un ciclo de desmotivación, estrés y agotamiento, un fenómeno que ha ganado notoriedad en los últimos años: la desafección educativa. Este término engloba la sensación de desconexión o desencanto que experimentamos respecto a nuestra labor educativa, ya sea por la falta de reconocimiento, la sobrecarga administrativa o las condiciones laborales que afectan a nuestro bienestar en el centro educativo y familiar.

La desafección es el resultado de múltiples factores que, a lo largo del tiempo, genera un desgaste progresivo a los profesionales de la enseñanza. En primer lugar, las condiciones laborales juegan un papel fundamental. A pesar de que la labor docente es esencial para la sociedad, las condiciones de trabajo en muchos casos no corresponden a la importancia y la responsabilidad del rol. En España y concretamente en Canarias, los docentes seguimos enfrentándonos a una alta carga de trabajo que incluye no solo las clases, sino también tareas administrativas, evaluaciones, tutorías y, en muchos casos, tareas que no corresponden a la labor de un docente. Esta sobrecarga está provocando en muchos compañeros y compañeras un sentimiento de frustración y una pérdida de motivación.

Un estudio realizado en 2020 por el Instituto Nacional de Estadística (INE) señaló que, el 30% de los profesores encuestados dijeron sentirse agotados a causa del estrés laboral. Este fenómeno es conocido como el burnout o agotamiento profesional, que no solo afecta nuestro bienestar emocional, sino también a nuestro desempeño en las aulas. De hecho, este desgaste puede llevar a una bajada del rendimiento, ya que los docentes que sienten que su trabajo no es valorado o que están constantemente ahogados por la burocracia, la presión de las familias, la desprotección ante el día a día, nos conlleva a tener menos capacidad para ofrecer una enseñanza innovadora y motivadora.

Las sucesivas reformas educativas, a menudo implementadas sin una capacitación adecuada para el profesorado, nos genera incertidumbre y desorientación. Los docentes nos vemos obligados a adaptarnos a nuevas metodologías y enfoques pedagógicos sin una formación suficiente o sin el tiempo necesario para ajustarnos a esos cambios. Los claustros inestables y el no poder formar equipos estables de docentes en muchos centros genera que cada año tengamos que volver a la casilla de salida. Esto nos genera una sensación de inseguridad y frustración, alimentando la desconexión del profesorado con su vocación y con el sistema educativo en general, aumentando las bajas médicas de manera considerable.

La desafección no se limita al docente, sino que incide en el alumnado. Un profesor desmotivado o quemado no puede ofrecer una enseñanza de calidad, ni crear un ambiente motivador con sus alumnos. En este sentido, el Informe PISA 2018, que mide el rendimiento educativo de los países miembros de la OCDE, reveló que la motivación de los profesores tiene un impacto directo en el rendimiento del alumnado. Los docentes que se sienten comprometidos con su labor son más propensos a involucrar al alumnado y fomentar un ambiente de aprendizaje positivo.

Frente a este panorama, las soluciones no son sencillas, pero existen algunas líneas de acción que podrían ayudar a mitigar la desafección. En primer lugar, es vital mejorar las condiciones laborales de los docentes: asegurar una carga administrativa razonable, una remuneración acorde con la importancia del rol y el acceso a recursos educativos adecuados. Asimismo, la formación continua debe ser un pilar fundamental, no sólo en términos pedagógicos, sino también en la gestión emocional y el manejo del estrés. Programas de apoyo psicológico para el cuidado de la salud mental y grupos de trabajo colaborativo pueden proporcionar a los docentes espacios de reconstrucción profesional.

Además, creo que es importante implicar al profesorado en los procesos de toma de decisiones educativas, para que no nos sintamos excluidos de los cambios y reformas que afectan a nuestra labor. El reconocimiento público y el apoyo institucional también son fundamentales para mantener alta la moral y el sentido de pertenencia del profesorado. Solo así podremos garantizar que el profesorado mantenga la motivación y el compromiso necesarios para ofrecer una educación de calidad, que es la base para la escuela del S XXI.





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