Vengo de que me den charlas.Prefiero, con mucho, estar abajo, de oyente. Los que estaban arriba, los ponentes, eran lectores y lectoras de entre diez y quince años. Arriba era muy arriba, porque la cosa tuvo lugar en el teatro Cruce de Culturas, en Agüimes, que es un pedazo teatro. Y “la cosa” era el
III Congreso de Jóvenes Lectores de Gran Canaria, un congreso como debe ser, un congreso donde acudimos unos pocos autores y cientos de lectores. Lo que allí vemos los autores es la punta del iceberg, la exposición de un trabajo que ha durado meses, trabajo (mucho) de alumnos, profesores y organizadores.
En este congreso los autores vamos de miranda; los que curran son los lectores, como debe ser. No solo porque yo tenga una vocación frustrada de
vaga sino porque ese es el modo de hacer lectores: hacerles partícipes.
No podemos limitarnos a darles de leer como quien da de comer a un perro. Es tanto lo que ellos, niños y jóvenes, pueden hacer respecto a la lectura: elegir, compartir, cuestionar, escribir, leer más, votar… A mí en este congreso me han dado croquetas caseras, un repaso, un booktrailer, varios Power Point, una representación, varias ponencias, una camiseta, varios blogs, un acróstico, todo un vestuario, mucho que pensar y
mucho amor. Me sentía Justin Bieber firmando camisetas, brazos, muñecas (“no me voy a lavar nunca”, me decían), haciéndome selfies con lectoras, recibiendo abrazos...
Ya lo he dicho
alguna vez, no me gusta llenar este blog de experiencias así; temo que suene a autobombo y poco más. Además, no todos los encuentros son tan buenos. De hecho, venía de tener un par de encuentros poco “encontrados” la semana pasada. Pero creo que iniciativas como esta, la del Congreso de Jóvenes Lectores de Gran Canaria; la de clubs de lectura como
Contenedores de Océanos; la de eventos que movilizan en torno a la lectura a toda una ciudad como los
premios Mandarache y Hache, deben conocerse. Es más, deberían exportarse.
Y luego, sí, también habrá que darles de leer. Pero mejor esperar a que coincida que tengan hambre, o abrirles el apetito. Y sobre todo, darles cosas dignas de comer. Pero sobre eso… Sobre eso ya les doy la lata
mañana.
En la imagen, de
La dolce vita: yo, rodeada de jóvenes lectores, poco antes de sacar yo misma mi móvil para fotografiar a las auténticas estrellas del congreso, ellos.
Fuente: http://elblogdelaoro.blogspot.com.es/2014/04/como-debe-ser.html