Comparto una interesantísima entrevista realizada en la revista Magisterio Español por Adrián Arcos al profesor Francisco Mora
Francisco Mora, doctor en Medicina y en Neurociencia, recomienda interrumpir la clase cada 10 o 15 minutos con imágenes o anécdotas que despierten la atención del alumno y capten su interés.
Doctor en Medicina por la Universidad de Granada y en Neurociencia por la Universidad de Oxford (Inglaterra). Francisco Mora es autor de varios libros, los tres últimos son Neuroeducación; ¿Es posible una cultura sin miedo?; y Cuando el cerebro juega con las ideas. En esta entrevista lanza algunos consejos para aplicar la neurociencia en clase.
¿Por qué es importante tener en cuenta la neurociencia en el ámbito educativo?
Es fundamental porque aporta conocimiento sólido y contrastado a la Educación y va más lejos de lo que hasta ahora han sido los métodos basados en la observación. La neurociencia añade experimentación y creación de hipótesis basadas en esa observación y en esos experimentos. Es decir, se anclan sólidamente los pasos que debemos seguir para llegar a una mejor Educación, porque no se puede educar, no se pueden crear valores ni normas si no tenemos la base de donde se anclan. Precisamente eso es neuroeducación, saber a qué edades hay que entronizar qué tipo de cosas para que se conviertan en física, química..., es decir, en estructura del cerebro.
¿Qué cambios deberían producirse en la Educación teniendo en cuenta la neurociencia?
Tenemos que darnos cuenta de que hay que hacer curioso lo que enseñamos para despertar a los niños y captar su atención. Tenemos que conseguir que de pronto focalicen en torno a lo que podamos decir. De la misma forma, tenemos que hacer significados que vayan más allá de lo abstracto para que puedan seguirnos con interés. Los maestros tenemos que ser grandes comunicadores. Todo esto es el principio: crear focos atencionales, olvidarnos del rollo de 50 minutos, romper el discurso cada 15 minutos, instrumentar una dinámica que pueda hacer que el foco atencional y el rendimiento mental se mantenga desde las 8’00 hasta las 15’00 horas, lo cual es enormemente difícil, pero por ahí van los tiros sobre la transformación de las formas de enseñar en clase.
¿Por qué es importante que los docentes conozcan el cerebro de sus alumnos?
Es muy difícil para un docente no formado en neurociencia conocer los intríngulis del cerebro. De ahí el gran problema que significa actualmente cómo transmitimos lo que sabemos de la neurociencia a los docentes para que no se creen malos entendidos que los expertos llamamos neuromitos, falsas verdades. ¿Quiénes tienen que ser los que hagan esa transmisión? Para mí tiene que ser la figura del neuroeducador que haga de puente entre el profesor de Primaria, Secundaria, e incluso de la universidad, y la aplicación de todo ello en la clase.
¿Cómo debe trabajar ese neuroeducador?
R. Sirviendo de puente entre la neurociencia y el maestro, de forma que no solo le haga conocer cómo funciona el cerebro, sino qué aplicar en el aula –y cómo aplicarlo– a las edades correspondientes. Esa es la esencia básica.
¿Tendría que llegar también ese neuroeducador a la familia?
Es fundamental. No se puede educar en puntualidad, autocontrol o ética si no se hace igualmente en la familia. Porque si no hay una complementariedad colegio-familia, aquello es un fracaso. Hay que conseguir transformar la sociedad y que la instrumentalización política logre que familia y colegio, en Educación, vayan al unísono.
¿Qué peligros tienen los neuromitos?
Un neuromito es una mentira o una falsa verdad sobre aspectos del cerebro. Hay más de 52 reconocidos. El más cotidiano es que el ser humano solo aplica el 10% del cerebro. Pero hay estudios que demuestran que el 50% de los maestros dicen que eso es verdad, por lo que si ellos creen en ese neuromito, lo transmiten a sus alumnos, y eso luego lo mantienen para el resto de su vida.
De forma práctica, ¿cómo se pueden aplicar los conocimientos en neurociencia en el aula?
Hoy, por ejemplo, sabemos a qué edades tiene que aprender un niño a leer. Eso antes no se sabía, podía ser a los 3, 5, 6... Hoy sabemos que debe de ser entre los 6 y 7 años, porque es cuando se aprende lo abstracto, que es algo que siempre hay que aprender con alegría y nunca con castigo. Y eso se tiene que instrumentalizar en todos los colegios, no comenzar antes porque puede que un niño no tenga los circuitos cerebrales maduros y lo va a hacer con mucho sufrimiento. Este es un ejemplo paradigmático de lo que queremos que ocurra con casi todo en neurociencia y en la enseñanza: saber cómo aplicarlo.
Pone mucho el énfasis en la importancia de despertar la atención y la motivación.
Tenemos que abandonar la idea de soltar rollos a un niño clase tras clase de 50 minutos. Cada 10 o 15 minutos hay que interrumpir el discurso con una fotografía, un ejemplo, una anécdota... Y entre esas interrupciones tiene que haber una enseñanza que haga que el niño preste atención haciendo siempre interesante lo estamos contando. Y tenemos que estar seguros de que se puede hacer interesante hasta la matemática. Ya sé que no es fácil. En mi libro Neuroeducación pongo 10 ejemplos de cómo se puede hacer interesante lo que se enseña.
¿Se pueden utilizar las TIC para despertar esa intención y curiosidad?
Hay que tener cuidado con las TIC. Yo empezaría diciendo a los padres: “No dejéis que el niño navegue por internet y vea imágenes tocando rápidamente la pantallita. No es necesario y puede que interrumpa la construcción de las funciones ejecutivas. A partir de 4 años sí puede empezar con ello, pero despacio”. Internet, las TIC y las redes sociales son importantes, pero con el matiz de que tienen un ingrediente potencialmente perjudicial.
Pero bien utilizadas, ¿sí pueden ser una herramienta motivadora?
Sin duda, pero en edades más avanzadas donde sí se pueda encontrar la utilidad. Hay que andar muy despacio en todos estos temas porque es verdad que los profesores quieren ser innovadores y aplicar nuevas metodologías, pero es importante que conozcan también todos los avances en neurociencia.
LA IMPORTANCIA DE EDUCAR EN VALORES
“Vivimos en una sociedad muy desho-nesta. Es una realidad que golpea. El deporte nacional es engañarnos los unos a los otros, y eso es muy difícil cambiarlo”. Así se expresaba Francisco Mora en su conferencia durante el I Congreso Nacional de Neurociencia aplicada a la Educación. Pero para él “eso se puede cambiar si se hace bien, con valores y normas”. Y recomienda introducirlas en ese arco vital en que se desarrolla la plasticidad del cerebro, sobre todo a través del juego: “El niño tiene que jugar en el amparo y la protección emocional de la seguridad y la supervivencia”. Para el profesor, “el juego es el disfraz del aprendizaje, es lo que ha inventado la naturaleza para que el niño aprenda y lo haga con la alegría”. Y jugando se aprenden los valores de la verdad, la belleza, la libertad, la dignidad o la igualdad.
¿Por qué es importante tener en cuenta la neurociencia en el ámbito educativo?
Es fundamental porque aporta conocimiento sólido y contrastado a la Educación y va más lejos de lo que hasta ahora han sido los métodos basados en la observación. La neurociencia añade experimentación y creación de hipótesis basadas en esa observación y en esos experimentos. Es decir, se anclan sólidamente los pasos que debemos seguir para llegar a una mejor Educación, porque no se puede educar, no se pueden crear valores ni normas si no tenemos la base de donde se anclan. Precisamente eso es neuroeducación, saber a qué edades hay que entronizar qué tipo de cosas para que se conviertan en física, química..., es decir, en estructura del cerebro.
¿Qué cambios deberían producirse en la Educación teniendo en cuenta la neurociencia?
Tenemos que darnos cuenta de que hay que hacer curioso lo que enseñamos para despertar a los niños y captar su atención. Tenemos que conseguir que de pronto focalicen en torno a lo que podamos decir. De la misma forma, tenemos que hacer significados que vayan más allá de lo abstracto para que puedan seguirnos con interés. Los maestros tenemos que ser grandes comunicadores. Todo esto es el principio: crear focos atencionales, olvidarnos del rollo de 50 minutos, romper el discurso cada 15 minutos, instrumentar una dinámica que pueda hacer que el foco atencional y el rendimiento mental se mantenga desde las 8’00 hasta las 15’00 horas, lo cual es enormemente difícil, pero por ahí van los tiros sobre la transformación de las formas de enseñar en clase.
¿Por qué es importante que los docentes conozcan el cerebro de sus alumnos?
Es muy difícil para un docente no formado en neurociencia conocer los intríngulis del cerebro. De ahí el gran problema que significa actualmente cómo transmitimos lo que sabemos de la neurociencia a los docentes para que no se creen malos entendidos que los expertos llamamos neuromitos, falsas verdades. ¿Quiénes tienen que ser los que hagan esa transmisión? Para mí tiene que ser la figura del neuroeducador que haga de puente entre el profesor de Primaria, Secundaria, e incluso de la universidad, y la aplicación de todo ello en la clase.
¿Cómo debe trabajar ese neuroeducador?
R. Sirviendo de puente entre la neurociencia y el maestro, de forma que no solo le haga conocer cómo funciona el cerebro, sino qué aplicar en el aula –y cómo aplicarlo– a las edades correspondientes. Esa es la esencia básica.
¿Tendría que llegar también ese neuroeducador a la familia?
Es fundamental. No se puede educar en puntualidad, autocontrol o ética si no se hace igualmente en la familia. Porque si no hay una complementariedad colegio-familia, aquello es un fracaso. Hay que conseguir transformar la sociedad y que la instrumentalización política logre que familia y colegio, en Educación, vayan al unísono.
¿Qué peligros tienen los neuromitos?
Un neuromito es una mentira o una falsa verdad sobre aspectos del cerebro. Hay más de 52 reconocidos. El más cotidiano es que el ser humano solo aplica el 10% del cerebro. Pero hay estudios que demuestran que el 50% de los maestros dicen que eso es verdad, por lo que si ellos creen en ese neuromito, lo transmiten a sus alumnos, y eso luego lo mantienen para el resto de su vida.
De forma práctica, ¿cómo se pueden aplicar los conocimientos en neurociencia en el aula?
Hoy, por ejemplo, sabemos a qué edades tiene que aprender un niño a leer. Eso antes no se sabía, podía ser a los 3, 5, 6... Hoy sabemos que debe de ser entre los 6 y 7 años, porque es cuando se aprende lo abstracto, que es algo que siempre hay que aprender con alegría y nunca con castigo. Y eso se tiene que instrumentalizar en todos los colegios, no comenzar antes porque puede que un niño no tenga los circuitos cerebrales maduros y lo va a hacer con mucho sufrimiento. Este es un ejemplo paradigmático de lo que queremos que ocurra con casi todo en neurociencia y en la enseñanza: saber cómo aplicarlo.
Pone mucho el énfasis en la importancia de despertar la atención y la motivación.
Tenemos que abandonar la idea de soltar rollos a un niño clase tras clase de 50 minutos. Cada 10 o 15 minutos hay que interrumpir el discurso con una fotografía, un ejemplo, una anécdota... Y entre esas interrupciones tiene que haber una enseñanza que haga que el niño preste atención haciendo siempre interesante lo estamos contando. Y tenemos que estar seguros de que se puede hacer interesante hasta la matemática. Ya sé que no es fácil. En mi libro Neuroeducación pongo 10 ejemplos de cómo se puede hacer interesante lo que se enseña.
¿Se pueden utilizar las TIC para despertar esa intención y curiosidad?
Hay que tener cuidado con las TIC. Yo empezaría diciendo a los padres: “No dejéis que el niño navegue por internet y vea imágenes tocando rápidamente la pantallita. No es necesario y puede que interrumpa la construcción de las funciones ejecutivas. A partir de 4 años sí puede empezar con ello, pero despacio”. Internet, las TIC y las redes sociales son importantes, pero con el matiz de que tienen un ingrediente potencialmente perjudicial.
Pero bien utilizadas, ¿sí pueden ser una herramienta motivadora?
Sin duda, pero en edades más avanzadas donde sí se pueda encontrar la utilidad. Hay que andar muy despacio en todos estos temas porque es verdad que los profesores quieren ser innovadores y aplicar nuevas metodologías, pero es importante que conozcan también todos los avances en neurociencia.
LA IMPORTANCIA DE EDUCAR EN VALORES
“Vivimos en una sociedad muy desho-nesta. Es una realidad que golpea. El deporte nacional es engañarnos los unos a los otros, y eso es muy difícil cambiarlo”. Así se expresaba Francisco Mora en su conferencia durante el I Congreso Nacional de Neurociencia aplicada a la Educación. Pero para él “eso se puede cambiar si se hace bien, con valores y normas”. Y recomienda introducirlas en ese arco vital en que se desarrolla la plasticidad del cerebro, sobre todo a través del juego: “El niño tiene que jugar en el amparo y la protección emocional de la seguridad y la supervivencia”. Para el profesor, “el juego es el disfraz del aprendizaje, es lo que ha inventado la naturaleza para que el niño aprenda y lo haga con la alegría”. Y jugando se aprenden los valores de la verdad, la belleza, la libertad, la dignidad o la igualdad.
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