lunes, 3 de septiembre de 2018

Las soft skillis y la Educación

Por Esteban G. Santana Cabrera

El mercado laboral del S XXI demanda cada día más profesionales que no solo demuestren sus habilidades formativas en el sector sino que tengan otro tipo de destrezas más de corte social y emocional, lo que se denomina soft skills, o habilidades blandas. El liderazgo, la capacidad de trabajo en equipo, la competencia comunicativa o la resolución de conflictos, entre otras, son habilidades que a la hora de emprender un reto laboral son casi más importantes que los conocimientos científicos o técnicos que se puedan adquirir con un título universitario.  En el artículo publicado por la REVISTA AKADEMEIA y titulado “Infusión de habilidades blandas en el currículo de la educación superior: clave para el desarrollo de capital humano avanzado”  de  Fernando Vera Millalén, se hace una reflexión interesantísima sobre la importancia de la infusión de habilidades blandas en el currículo de las Instituciones de Educación Superior y su impacto en la futura inserción laboral de los recién graduados universitarios, en relación con las demandas del mercado laboral y la importancia que actualmente se está dando al desarrollo de dichas habilidades socioemocionales.
En este mismo artículo nos aportan un dato que cuanto menos llama la atención, y donde se estima que la tasa de éxito de una persona en el trabajo depende de su Coeficiente Emocional (CE) y Coeficiente Intelectual (CI), a razón de 80:20. Esto se explica por el hecho que el CE ayuda a las personas a construir y mantener relaciones con compañeros y superiores, incrementar la productividad y comunicarse de manera efectiva. Como señala Goleman (2011), “en el mejor de los casos, el CI contribuye aproximadamente en un 20% a los factores que determinan el éxito en la vida con lo que el resto queda para otras fuerzas”. Este planteamiento, según señala este estudio, refuerza la idea de que las habilidades no cognitivas permiten abrirse camino en un mundo complejo y son esenciales para un desempeño efectivo en funciones sociales y laborales.
Lo que está claro es que la sociedad está cambiando y las titulaciones "per se" no tienen el valor que se necesita para afrontar el reto laboral. Por ello nuestro Sistema Educativo debe de ir "adaptándose" a los nuevos tiempos. Y debemos aprender de otros sistemas educativos, algunos de ellos implantados en nuestro país, y al que acude alumnado español, aunque no todos puedan acceder al mismo por ser enseñanza privada. Pongamos por ejemplo el sistema británico, un sistema educativo que le da más importancia a la  práctica que a la teoría. Estos colegios fomentan el desarrollo de las destrezas y habilidades para aplicar y utilizar los conocimientos adquiridos, ofreciéndole los recursos necesarios para que aprendan a tomar decisiones, abordar los problemas y buscar soluciones por ellos mismos. Otro de los aspectos que me parece interesante del Sistema Británico es el trabajo por objetivos, donde cada alumno conoce los objetivos que debe alcanzar al final del año y trabaja y se esfuerza para conseguirlos. Estos objetivos son personalizados para cada alumno y no por nivel de grupo-clase,  lo que le aporta motivación extra al alumno.
En el Sistema Francés por ejemplo, la nota es lo de menos a la hora de acceder a una carrera universitaria, la verdadera selección tras el primer año cursado de la carrera que el alumno escoja y donde se produce la verdadera "criba". Ya aquí el alumno podrá tener claro si la carrera escogida es la que esperaba o no, y así seguir adelante.
Por ello, el éxito del alumnado de los colegios "extranjeros" no está tanto en el aprendizaje de otro idioma, que es un valor también, sino el sistema en sí, en el proceso de enseñanza aprendizaje y de su gestión, y de ellos debemos aprender.
Ya en Canarias nos estamos "poniendo las pilas" desde hace algunos años con la inclusión del Plan PILE, el plan bilingüe de Canarias que este próximo curso suma nueve centros a los catorce que ya estaban como centros pilotos  y en los que habrá cerca de 5.000 alumnos.
Pero no solo se está trabajando en mejorar el bilingüismo  sino en dejar atrás a una educación basada en la acumulación de contenidos y cuya única y exclusiva preocupación sea preparar para la PAU, para pasar a aprender haciendo y experimentando. Centros que estén integrados en su entorno, bien comunicados (real y virtualmente), que fomenten el aprendizaje cooperativo y colaborativo y sobre todo con aprendizajes significativos y en contextos reales. Esta manera de trabajar conlleva claramente a un mayor desarrollo en nuestro alumnado de las soft skills o habilidades blandas y nos lleva a tener un alumnado más preparado para desenvolverse en la sociedad  y en las profesiones del Siglo XXI.
El artículo de Vera Millalén destaca, y con esto concluyo,  que es evidente que las competencias técnicas parecen no ser suficientes para desenvolverse correcta y con éxito en el mundo del trabajo. Al contrario, para alcanzar el nivel necesario de calidad en la sociedad laboral del S XXI, se requiere incluir en los currículos un conjunto de habilidades blandas, que no sólo busque transformar a los estudiantes en mejores personas, sino que los prepare adecuadamente para enfrentar los desafíos de un mundo cada vez más complejo y cambiante.

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