Por Esteban G. Santana Cabrera |
Les confieso que los docentes teníamos miedo a empezar, mucho miedo, como lo tenían el alumnado y las familias. Lo vivimos en primera línea de fuego, pero como suele ser habitual en este gremio, casi sin ayuda porque esto le vino grande a todo el mundo, nos pusimos rápidamente las pilas, y a pico y pala, como se viene haciendo en muchos centros canarios desde hace muchos años, a trabajar sin mirar atrás. Porque nos dimos cuenta que si los niños y niñas no estaban bien, si no se encontraban a gusto en el centro, no podrían aprender. Y ahí empezó nuestra travesía por el espacio educativo de este curso de la pandemia, de las mascarillas y de la distancia de seguridad.
Durante estos últimos días de junio he recibido muchísimas muestras de cariño por parte de las familias y de mis alumnos. Les confieso que estoy abrumado por los mensajes que me han llegado a través de WhatsApp o correo electrónico por lo cargados de sentimientos y emociones. Una de mis alumnas me escribió diciéndome: “Hola Esteban, solo venía a desearte un feliz verano y una feliz vida, gracias por este gran curso. Has sido el mejor profe que he podido tener. Me has ayudado siempre que lo he necesitado y siempre has estado ahí. Gracias a ti he crecido tanto académica como personalmente. Gracias por todo, te echaremos de menos”. ¡Qué responsabilidad! ¡Me has ayudado a crecer! Pero ese es el verdadero papel del docente, acompañar, ayudar, despertar,...
O el de una mamá que me escribió estas lindas palabras: “Gracias por hacer que aprender resulte más atractivo, no es fácil, para "espíritus libres" como es mi hija, alcanzar las exigencias actuales sin un esfuerzo importante, por vuestra parte y la de ella. Confío en que pueda alcanzar sus sueños y sea feliz. La cosa no es fácil en el mundo real pero, aunque le cueste, sólo deseo que logre esa felicidad para la que me dijo una vez, siendo pequeñita, que había nacido”.
Dos de mis alumnas me escribieron esta otra frase que vino grabada junto a un micrófono realizado en
piedra de Arucas: “Enseñar es dejar huella en la vida de una persona”. ¡Qué importante es la figura del maestro y de la maestra! Al final solo somos los modelos de ese grupo de alumnos que nos ha tocado en suerte y al que tenemos que llevar en volandas hasta el final de curso. Creo sinceramente que en este tiempo mal llamado “postcovid” es cuando más huella dejamos los docentes en nuestro alumnado y en las familias y por ello me reafirmo en lo importante que es el trabajar las emociones de nuestro alumnado y junto a las familias, crear un buen ambiente de aprendizaje, de confianza, donde el alumnado, las familias y el profesorado se sienta partícipes del proceso de enseñanza aprendizaje.
Así me he sentido yo este año en mi centro, el CEIP en Arucas de la isla de Gran Canaria, acompañado por mis compañeros y por el Equipo Directivo, con la complicidad de las familias y sobre todo con el entusiasmo y la ilusión de mis niños y niñas que han hecho que este año duro haya sido uno de los más bonitos de mi vida profesional. Gracias chicos, gracias familias y gracias equipo.
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