sábado, 30 de abril de 2022

Espacio natural a cambio de cemento, neumático reciclado y césped artificial

 

Por Estebn G. Santana Cabrera 

En nuestra ciudad en los últimos años ha habido una "fiebre de fútbol" que ha hecho que los distintos consistorios se hayan volcado en la construcción de campos de fútbol por toda la ciudad. Generalmente en lugares donde ya había campos anteriormente, de tierra y sin cemento, donde los chiquillos nos revolcábamos y llegábamos a casa llenos de tierra pero respirando aire puro. Hoy es otra cosa, y ya los niños hasta podrían utilizar la misma ropa dos días seguidos sin mancha alguna. Esto me ha llevado a echar la vista atrás, cuando el balón en mi barrio, Tamaraceite, no rodaba sin tropezar con las piedras de los estanques que servían de campo de fútbol y que proliferaban en nuestro valle, por ser una zona muy rica en el sector agrícola. Los estanques abandonados como el de Las Cañas, el de Machado, el de La Manzanilla o el de Pepe Rey y Hoya Ayala, eran los campos improvisados donde nos reuníamos, sobre todo en aquellos grandes torneos de aficionados. Los "Piratas" dirigido por Lorenzo Marrero, "San Antonio" de Ramoncito el “cabo primera”, "Juventud Tamaraceite" que lo entrenaba Antonio Arencibia y donde jugó Juanito Guedes, eran algunas de las formaciones de Tamaraceite que cada verano se enfrentaban por conseguir el preciado trofeo. También había otros equipos aficionados como el “Victoria”, llevado por Gregorio el pintor, el “Rival” y “El Puente”. Incluso venían equipos de fuera lo que hacía más emocionante el torneo como el Artemi, Costa Azul, el Chile, Haricana, Once canarios, Pilar, River Plate o Simancas. O el mismo antiguo Campo de Juan Guedes, el de tierra, donde ahora está la piscina, los chiquillos íbamos a jugar libremente, eso sí, respetando y no dejando las piedras en mitad del campo ya que jugar a campo entero se nos hacía mucho. Ese olor aa tierra mojada cuando caían cuatro gotas hacía que el balón rodara como una bala y en los partidos del Támara pudiésemos ver a nuestras figuras correr como motos. 

Todas estas imágenes quedan ya en el olvido y a cambio hay más espacio natural "destrozado" para construir campos de fútbol de césped artificial, como los grandes proyectos de San Lorenzo y  el barrio de La Suerte. Más cemento con la excusa del fomento del deporte. Estos campos no van a aportar nada al interés general, como no le aportan los de la Mayordomía, que son utilizadas por equipos de fuera y los vecinos de a pie no pueden ni pisarlos. O lo que es lo mismo, un espacio por donde antes podías salir a pasear o a sacar el perro, respirar aire puro, coger margaritas y ver los lagartos, ahora se va a convertir en ruido, competición, tráfico, e incluso en ocasiones hasta contaminación acústica para los vecinos por parte de los usuarios del deporte rey. Y paara más inri, al fondo, en la ladera de la Montaña de San Gregorio, 500 viviendas más, con más cemento y asfalto. 

Con respecto a los materiales utilizados en esta construcción "masiva" de recintos futboleros, los
campos de césped artificial están fabricados con polietileno (fibra), poliuretano o látex y cientos de toneladas de arena y relleno de rendimiento, normalmente neumático reciclado, por eso ese olor como a rueda quemada, que sirven para dar amortiguación al campo. Según un informe realizado por el toxicólogo de la Universidad de Utrech, Martin van den Berg, los componentes cancerígenos estarían presentes en el sembrado de caucho usado como método de amortiguación y que, en más del 90% de los casos, es extraído de neumáticos reutilizados. El reciclaje incluye procesos químicos con azufre, para prolongar su vida útil, además de óxido de zinc, antioxidantes e hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP).  Hay otros autores como Salzmann que afirman que el utilizar materiales reciclados, resulta beneficioso para el medio ambiente, como es el caso del empleo de los neumáticos para transformarlo en caucho reciclado donde se ha demostrado al 100% que no hay riesgo en su uso. ¿A quién creemos? 

Lo que está claro es que estos campos necesitan un mantenimiento adecuado y deben renovarse cada diez años, siempre que hayan tenido un correcto mantenimiento y uso, que no es el caso en muchas de las instalaciones de nuestras ciudades, al ser cada vez más los recintos y los operarios municipales de mantenimiento los mismos que hace años. Porque no veo yo al ayuntamiento utilizando rellenos naturales como el corcho o la cáscara de nuez como alternativa al neumático reciclado que es mucho más barato. 

Echo de menos los campos de tierra donde no solo servía para jugar al fútbol sino se desarrollaban fiestas, conciertos, festivales y demás. Donde no había vallas ni rejas ni carteles de prohibido pasar. ¡El progreso dirán! 

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