Por Esteban G. Santana Cabrera |
Este fin de semana hemos sufrido uno de los periodos de calor nunca vividos en nuestras islas, al menos yo no lo recuerdo, nunca de este modo y en esta época. Ante este fenómeno continuado en el tiempo, el Gobierno de Canarias se vio obligado a decretar la suspensión de las clases en todo el Archipiélago y tras anuncios declarados por el Centro Coordinador de Emergencia CECOES 1-1-2 y la Dirección General de Seguridad y Emergencias en función de las previsiones e información meteorológica disponible en ese momento y los casos que se dieron en algunos centros de desmayos y golpes de calor.
¿Esta suspensión de clases se podía haber evitado? Probablemente sí, si las cosas fueran de otra manera. Y no estoy hablando en cuanto gestión de la declaración ni de la suspensión en sí, sino de las causas que originan que nuestros centros no estén preparados para pasar un episodio de calor de una manera más o menos normalizada.
Pero antes debemos saber qué un fenómeno meteorológico adverso, es aquel evento atmosférico capaz de producir, directa o indirectamente, daños a las personas o menoscabos materiales de consideración. Se definen como valores umbrales de FMA a los parámetros establecidos con criterios climatológicos a partir de los cuales se considera que existe posibilidad de que se produzcan daños severos a las personas y/o los bienes materiales.
Personalmente creo que ha habido un antes y un después a esta última suspensión de clases que ha creado muchos “memes” en redes sociales, comparando la situación climática vivida en Canarias con la que sufren muchos meses en el sur de España. Pienso que al menos ha removido conciencias entre la comunidad docente y los gestores públicos y se han dado cuenta de que los medios con los que contamos en nuestros centros educativos para pasar una ola de calor, son nulos. Aunque a esto habría que unirle la edad de los centros escolares del Archipélago, que tienen una media de 50 años, lo que hace que no solo haya cada año problemas de calor o de frío extremo, sino de otros como fallos eléctricos, roturas de baños, falta de accesibilidad, mobiliarios obsoletos, etc.
Muchos padres decían que ya era hora de que pusieran aire acondicionado en los centros, hecho este que se me antoja imposible, ya que las mayorías de los centros de Canarias tienen la potencia eléctrica a tope, y cualquier “aparato” nuevo que se ponga en marcha implica saltos de palanca continuos (y de esto tuvimos varios casos al comienzo de curso que impidieron incluso el comienzo normalizado de las clases).
La Educación y por ende la Sanidad, se han politizado legislatura tras legislatura, quitando y poniendo leyes, cambiando programaciones unas por otras, que al final son más de lo mismo, y dejando los marrones en manos del profesorado para que, con su buena intención, desarrollen los planes de emergencia, los de contención y demás, que en empresas privadas tendrían que estar realizados por técnicos con la titulación adecuada y la formación necesaria para que sean realmente efectivos, y no un corta y pega de cole en cole, adaptándolos como Dios nos encamine.
Los centros educativos se han ido convirtiendo en el cajón de sastre de esta sociedad y se ha ido olvidando de que las escuelas están para enseñar, para formar al alumnado y no para darle de comer y “educarlos”, que para eso tendría que estar la familia. Nuestros centros educativos, sobre todo de Primaria, tienen que gestionar la ayuda de material, las cuotas que deben pagar los comensales, el transporte, los incidentes que ocurren diariamente en el centro, etc, etc. Todo este tiempo quitándoselo a lo verdaderamente importante, y de lo que verdaderamente sabemos, de pedagogía. Y el profesorado cada vez más “tocado” porque nadie se ha preocupado por su salud mental, ni por su bienestar en el trabajo.
Y por otro lado, cada vez hay menos familias, desgraciadamente, que se preocupan de lo que aprende su hijo o no, sino de qué tipo de ayuda o de beca tiene derecho, si paga o no paga comedor y/o si le van a dar los libros y el material gratuito.
Creo que debemos realizar un análisis profundo de lo que está ocurriendo en la Educación y de qué podemos hacer para que nuestros centros educativos sean eso, educativos, con docentes dedicados a la enseñanza que para eso nos pagan. Lo otro, igual es el momento de ir creando figuras de otro perfil, como ha sido el de la enfermera escolar que tanto acierto tiene en los centros en los que se ha podido implementar, en el mío aún no. Qué sabremos los profesores de gestión económica, de prevención de riesgos laborales, de acoso, de programas de gestión de comedores escolares o de transporte. Pues de todo eso tenemos que hacer los maestros quitándole tiempo a lo que verdaderamente importa y encima nos comparan cada año en las pruebas PISA. Porque eso sí, cuando llega el momento de la estadística nos aprietan por todos lados para que el éxito escolar suba y el abandono baje.
Tomémonos en serio la Educación, y la Sanidad, porque son dos patas muy importantes de esta sociedad y donde caben otros profesionales más preparados para ponerle orden y cabeza, y a donde nosotros no podemos llegar.
Concluyo con unas palabras de mi amiga Carmen Terrón, directora con muchos años de experiencia: “Creo que debemos realizar un análisis profundo de lo que está ocurriendo con la educación; qué podemos hacer para que nuestros centros educativos sean lo que tienen que ser EDUCATIVOS, con docentes dedicados exclusivamente a la pedagogía y a implementar diferentes metodologías, que es para lo que nos pagan y no para abrir puertas, controlar entradas y salidas, planes covid, riesgos laborales, gestión económica, becas neae, gratuidad de libros, gestión de comedores, transporte escolar… que lo que hacen es incrementar el estrés laboral, con funciones para lo que no hemos sido preparados y para resolverlos en el tiempo en que tenemos que dedicar todo nuestro esfuerzo en mejorar la educación”.
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