miércoles, 9 de julio de 2025

La huella modernista de Miguel Martín‑Fernández de la Torre en Tamaraceite

 

Por Esteban G. Santana Cabrera  
Pocos vecinos de Tamaraceite son conscientes del valioso patrimonio natural, urbano y artístico que les rodea. En medio del crecimiento urbano acelerado y los cambios sociales, muchos de los elementos que definieron la identidad del barrio han quedado relegados al olvido o apenas reconocidos. Sin embargo, entre sus calles aún resisten testimonios de una época donde la arquitectura, el arte y la vida cotidiana se entrelazaban con singular armonía. Recuperar esa memoria no es solo un acto cultural, sino también un ejercicio de dignidad colectiva que tratan de recuperar algunos vecinos que incluso se han alineado en asociaciones culturales y de defensa del patrimonio como Tasate o La Periferia.

En el corazón de Tamaraceite, una joya de la arquitectura moderna permanece en pie como testimonio de una época vibrante y de una visión artística adelantada a su tiempo. Se trata del edificio diseñado por el insigne arquitecto Miguel Martín‑Fernández de la Torre (Las Palmas, 1894 – 1980), considerado el mejor representante del racionalismo arquitectónico en Canarias y figura clave en el desarrollo urbanístico de Las Palmas de Gran Canaria.

Tras obtener su título en la Escuela de Arquitectura de Madrid en 1920, regresó en 1922 a su ciudad natal. Aquí inició su carrera, colaborando inicialmente con su antiguo profesor Secundino Zuazo y proyectando infraestructuras públicas fundamentales, como el edificio del Cabildo de Gran Canaria (1932), el Instituto Nacional de Previsión y el Cine Cuyás.

Corría el año 1965 cuando el pintor de Tamaraceite, Jesús Arencibia, encargó a Miguel Martín, hermano del pintor simbolista Néstor Martín Fernández de la Torre, el diseño de un edificio para su vieja casa familiar, situado en la confluencia de la Calle Doctor Medina Nebot y la Carretera del Norte C‑813, frente al antiguo Ayuntamiento de San Lorenzo y el Cine Galdós. La casa estaba situada en un lugar estratégico del Tamaraceite de los años 60, ya que era el núcleo principal administrativo, económico y cultural del pueblo. El resultado fue una construcción de tres plantas que, durante años, albergó negocios emblemáticos como el Estudio Fotográfico Paco Vargas, donde muchos de los chiquillos y mayores nos hicimos nuestras primeras fotografías de carnet y de estudio, pero también en la subida estuvo la querida Heladería de Verdú, a donde acudíamos sobre todo los más pequeños a tomar un helado en el descanso de las proyecciones cinematográficas.

Este edificio, hoy rehabilitado, casi ha perdido su esencia modernista, un edificio que destacaba no solo por su valor arquitectónico, sino por su conexión con uno de los proyectos más ambiciosos y coherentes de la arquitectura canaria del siglo XX. La trayectoria de Miguel Martín-Fernández de la Torre, además de racionalista, se diversificó tras la Guerra Civil hacia el estilo autárquico y el neo‑canario, en obras como el Parador de Tejeda, la Casa de Turismo del Parque de Santa Catalina e incluso el emblemático Pueblo Canario, en colaboración con su hermano Néstor, todas ellas con una clara vocación de realzar lo canario como reclamo cultural y turístico.

Un hito decisivo para la preservación de todo este legado fue la donación del archivo profesional de Miguel a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Con más de mil proyectos digitalizados disponibles en el portal Memoria Digital de Canarias, se pueden consultar los planos originales de este edificio de Tamaraceite, así como de otras obras públicas, urbanísticas y privadas.

Este edificio olvidado es un legado del talento de Miguel Martín‑Fernández de la Torre, su compromiso con el racionalismo y el regionalismo canario, y su capacidad de entrelazar arquitectura, espacio urbano y vida comunitaria. Un símbolo vivo del esplendor cultural de los años 60 en Las Palmas de Gran Canaria que muchos ni conocen y que merece ser estudiado y valorado.


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