Por Esteban G. Santana Cabrera |
La Provincia. Suena el despertador, son las cinco de la mañana y hoy toca enfundarme el micrófono y los auriculares para vivir la subida de la imagen de nuestra patrona, la Virgen del Pino, desde la capital, después de quince días recibiendo a miles y miles de visitantes para celebrar el centenario como patrona de nuestra Diócesis de Canarias. Dicen que la fe mueve montañas y sin duda, el acto de madrugar no por obligación sino por devoción así lo demuestra. Es curioso, pero hace quince días, desde Madrid, y gracias a las ondas de la radio y a los compañeros de Radio Tamaraceite y Cope Canarias pude estar presente, en espíritu, en la bajada. Para la subida, ya de vuelta, micrófono en mano, he estado con ellos, muchos voluntarios como yo, que nos hemos sumado para dar cobertura a este evento tan importante para la mayoría de los isleños. Nuestro mayor objetivo era poder llevar este acontecimiento en vivo y en directo, sobre todo a personas mayores y enfermas que nos han seguido desde sus hogares y hospitales o desde muchos puntos de las islas y de más allá de nuestros mares.
Las anteriores “bajadas” las viví como espectador, sin lanzarme al ruedo. Pero esta tuvo un sonido especial, el de las ondas de la radio, ésas que recogen lo más profundo de nuestros “adentros”, donde la gente se vacía, transmite, canta, ríe, llora. Como para muchos de mis paisanos no deja de sorprenderme que tanta cantidad de grancanarios, movidos por la fe, sean capaces de ponerse en marcha ante un hecho que a otros muchos les pueda parecer irrelevante.
En ruta me preguntaba ¿Qué hay detrás de toda esta gente? ¿Qué les mueve a estar aquí? El encuentro con cada uno de los que pude charlar me aclaró mis dudas. La Virgen del Pino movilizó no solo a personas sino a sentimientos encontrados de fe, esperanza, agradecimiento, veneración, sacrificio, dolor, alegría, tristeza, devoción,… Cada una de las almas que la trajeron en volandas en la bajada desde Teror y que la han visitado en la Catedral o que este sábado han madrugado para acompañarla en su regreso, llevaban dentro de su corazón un motivo, muchas veces inexplicable, que les hizo saltar de la cama sin dilación para hacer camino al andar. El Obispo, Don Francisco Cases, decía en su homilía en la despedida, que la Virgen no se va, se queda dentro de los corazones de cada uno de los grancanarios que depositan su fe en ella.
Gracias al micrófono he tenido la oportunidad de acercarme a muchas personas, jóvenes y mayores, de distintas ideologías políticas, de distintas condiciones sociales y profesionales, todas unidas por la fe. Dicen que la fe mueve montañas. No sé si es para tanto, pero después de ver a las miles de personas que han dejado de lado la playa, las compras, el fútbol, la familia, los amigos, los problemas, la enfermedad, su ideología…por acompañar de la mano de otros hermanos en la fe, aunque fuera un ratito, a Nuestra Señora la Virgen del Pino, la nuestra, la de Teror, me reafirmo en que “algo tiene que haber”. El testimonio de Gloria me impresionó, 86 años, enferma y asomada a su puerta para ver pasar a la Madre y pedir por un nieto enfermo. Sus lágrimas son las lágrimas de la fe y de la esperanza del pueblo llano.
La radio me ha brindado poder transmitir esta manifestación del pueblo grancanario que se une ante la adversidad y el dolor pero también en la alegría y los buenos momentos como éste que ha culminado. Quince días de celebración por nuestra Virgen y por nuestra diócesis culminan en una expresión de fe que tardará en borrarse de nuestras retinas. La excusa en esta ocasión era rememorar que en tiempos del Obispo Marquina el Papa San Pio X aprobara y ratificara el nombramiento de la Virgen del Pino como patrona de nuestra diócesis de Canarias. Aunque eso fue lo de menos ¿Nos apuntamos para la próxima?
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