No solo es importante, es necesario ser feliz en el trabajo. En nuestro trabajo pasamos mínimo 8 horas al día, lo que obliga a que tengamos que aprovecharlas en nuestro camino hacia la felicidad.
El problema es que muchas veces no nos dejan ser felices, porque aunque uno lo sea, vive rodeado de negatividad por toda las partes: jefes tóxicos, compañeros zombies (muertos vivientes que nos chupan la energía positiva con la que algunos salimos de casa), objetivos agresivos, noticias negativas…
Está muy comprobado que cuanto más feliz es una persona, más rinde, tanto en el trabajo, como en su vida personal. Por eso hemos de buscar los mecanismos necesarios dentro de nosotros para poder alcanzar esa felicidad. Y debemos hacerlo nosotros. No podemos esperar a que nuestro jefe nos haga felices en nuestro trabajo, porque no dependerá de él. Dependerá de nosotros. Es nuestra responsabilidad.
¿Por dónde empezar?
La base está en tener respuesta a esta pregunta “¿Qué hago yo aquí?”. Cuál es nuestra misión en esa compañía, en ese trabajo. La respuesta puede parecer baladí, pero debemos pensarla bien. Estamos aquí como parte de algo grande, no simplemente cuadrando facturas, sino cuadrando facturas “por algo” y “para algo”. Y eso es lo que puede hacer muy grande nuestro trabajo. Y cuando encontremos ese sentido a nuestro quehacer diario seremos realmente felices.
Consejos prácticos para ser feliz
Claro, lo que te he contado hasta ahora resulta bastante teórico, así que vamos a lo práctico. Vamos a pensar tres cosas muy concretas que nos ayuden:
1. Dedicar 30 minutos al día a formarnos.
Independientemente del Departamento de Formación. Si queremos nuestro trabajo y queremos disfrutar en él, tenemos que ser capaces de determinar cuáles son las palancas de ese trabajo que nos motivan más, y para ello nada mejor que estar preparados.
30 minutos cada día, sin interrupciones, sin llamadas, en los que leamos sobre algo relativo a nuestro trabajo. Eso nos creará además un seguro de vida. Seremos los profesionales mejor formados del mercado. Y eso… no tiene precio.
2. Darnos premios.
Empezar el día marcando los objetivos fundamentales del mismo. Lo que los americanos llaman la ‘to-do list’. Lo que tenemos que hacer. Definamos bien todas esas tareas y objetivos y marquemos un tiempo de premio cuando hayamos conseguido alguna especialmente costosa. Un premio puede ser salir a fumar un cigarrillo, tomar un café, comer una chuchería, dedicar 5 minutos a reírnos con algún compañero.
3. Empezar el día, o terminar el anterior pensando en hacer algo por un compañero.
Lo que sea. Ayudarle a sacar adelante un proyecto. Llevarle unas gominolas que le gustan, llamarle para comer, mandarle un mail cuando le vemos “de bajón”. Se dice que una vida habrá merecido la pena cuando alguien que haya pasado a nuestro lado, por el hecho de pasar a nuestro lado, haya vivido un poco mejor. Ahí radica el éxito. Y la gente no quiere grandes milagros, sino pequeñas cosas que son la esencia de la que está hecha la vida.
¡Y una de propina! Pensar que gracias a ese trabajo –que otros no tienen- podemos hacernos mejores profesionales y mejores personas.
Fuente: http://www.edenred.es/
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