Por Esteban G. Santana Cabrera |
Hemos escuchado en multitud de ocasiones la frase "no deje para mañana lo que pueda hacer hoy". La procrastinación, es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras menos "importantes" y agradables. Es humanamente comprensible, no lo es tanto psicológicamente, el que dejemos de lado o para otro momento las tareas que menos nos gustan o nos disgustan y nos solemos dedicar a aquellas que nos producen más placer o simplemente tienen más fácil solución a corto o a medio plazo.
En mi época de estudiante, un profesor del que guardo un gran recuerdo, Gonzalo Marrero, nos decía que si se nos "atragantaba" una asignatura o un profesor en la carrera, teníamos que quitarla de enmedio "en cuanto antes mejor". Y vaya que si tenía razón Gonzalo. Esto ocurrió con motivo de las críticas y las revueltas que se habían organizado por un profesor de esos que te hace odiar la asignatura, que humillaba al alumnado, que se reía en nuestra cara. ¿A quién no le ha ocurrido esto en alguna ocasión en su periodo estudiantil? Seguro que a muchos. Los que decidimos afrontar el problema, un alto índice superó la asignatura. Verdad es que no recibimos ni una sonrisa, ni una palmadita de ánimo ni de felicitación. Verdad es que no todos estaban dispuestos a ser "borreguitos" y hacerle el juego al sistema. Pero a los que decidieron ir al tribunal, finalmente no les fue tan fácil como lo imaginaban y a más de uno le costó un disgusto.
En multitud de ocasiones nos agobiamos por problemas de nuestra vida diaria que no nos llevan a nada, que solo hacen darnos dolor de cabeza y pensamos que si no los afrontamos no vamos a sufrir. Hay estudios que demuestran que si dejamos para mañana lo que podemos hacer hoy, nos puede dar un buen disgusto tarde o temprano. Sobre todo de salud. El artículo “7 hábitos que sabotean tu equilibrio emocional" de Jennifer Delgado, afirma que un estudio realizado en la Case Western Reserve University demostró que la procrastinación en principio nos libra del estrés y la ansiedad que producen las tareas que deseamos evitar, pero con el tiempo aumenta la tensión, disminuye nuestra eficacia e incluso debilita nuestro sistema inmunitario, haciendo que seamos más propensos a enfermar. Este mismo artículo recoge otro estudio realizado en la Carleton University que desveló la sensación de culpa y vergüenza que genera la procrastinación, que impide que disfrutemos de otras actividades, por lo que termina haciéndonos sentir muy mal.
Muchos profesionales de la docencia en todas las etapas piensan que no tienen tiempo para reciclarse y formarse, que si una cosa funciona, mejor no cambiarla aunque en el fondo sepas que sería bueno adaptarla a los nuevos tiempos. Frases como "el año que viene hago el curso tal y el curso cual, pero este año no puedo" o "para qué cambio la programación o la manera de dar clases si así lo he hecho siempre" las escuchamos a diario en nuestros claustros. Dejar para mañana lo que podemos hacer hoy es malo para todos, primero para nuestra salud como docentes pero, segundo, y más importante, para la salud de los niños y niñas que tienen depositadas todas sus ilusiones en nosotros. Porque de nosotros y del sistema educativo depende la salud de la sociedad.
Así que, por salud, a partir de ahora, no dejemos para mañana los problemas que podamos solucionar hoy.
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