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Frente a la percepción “trágica” de la educación en la España del 24 por ciento de fracaso escolar, del desequilibrio entre una universidad que produce miles de titulados abocados al paro y una Formación Profesional devaluada, y de la “mediocridad”, el filósofo y catedrático toledano José Antonio Marina expuso el viernes su “visión optimista” de la educación, un ideal que lejos de exigir grandes presupuestos para conseguir el tan deseado “rendimiento” supondría “aprovechar los avances de la investigación” relacionados con el desarrollo de la inteligencia y crear “conciencia” entre la sociedad civil para exigir que se pongan en práctica. Rodeado de alrededor de 350 personas, muchos profesores y pedagogos, José Antonio Marina adquirió incluso el compromiso durante su charla en la Escuela de Ciudadanos de Manzanares de diseñar un programa que “con el mismo presupuesto que teníamos antes de los recortes -aproximadamente un 5 por ciento del PIB-, permitirá en cinco años de plazo llegar a alcanzar un sistema educativo de alto rendimiento”. En concreto, habló de reducir el fracaso escolar al 10 por ciento -cuando en Andalucía supera el 30 por ciento-, subir 35 puntos la evaluación del Informe Pisa sobre el país y aumentar el pequeño porcentaje de estudiantes muy buenos.
Cambios
Puesto que “cambiar las leyes no es el camino” para mejorar el sistema educativo, como demuestran los fracasos consecutivos de cada Gobierno, este filósofo que dirige la fundación Universidad de Padres centró su atención en “la necesidad de cambiar los equipos directivos de los colegios, aumentar la formación del profesorado para transmitir motivación y disciplina, ofrecer una mayor autonomía a los centros para amoldarse al entorno que hay y dar una educación diferenciada”. Desde la consideración de que “la educación es la verdadera esencia humana, lo que nos caracteriza”, Marina destacó que es fundamental que “los profesores sean especialistas no de enseñar, si no de que aprendan los alumnos”, y para ello, añadió, que es importante ofrecer una atención “personalizada” de cada estudiante, algo en lo que las nuevas tecnologías pueden tener un papel protagonista.
En una realidad marcada por el cambio, “en la que continuamente tenemos que adaptarnos al entorno”, pues como descubrió el ejército americano “el mundo que viene será variable, incierto, complejo y ambiguo”, el autor de ‘La educación del talento’, de una manera amena y muy pedagógica, con continuas referencias a investigaciones de la materia y también con la introducción de numerosos ejemplos fáciles de comprender, incidió en que ahora “las personas deberemos estar aprendiendo toda la vida” y por eso la labor pedagógica debe de perfeccionarse a partir de las nuevas realidades que conocemos para “despertar la pasión por aprender”. Asimismo, el escritor hizo referencia a que los últimos estudios de neurología han descubierto que además de la edad dorada del aprendizaje que todos los niños atraviesan de cero a cinco años, el ser humano tiene una segunda edad de oro, “de los trece a los diecisiete años”, una época en la que “el cerebro se rediseña, trabaja mucho más rápido y tiene una mayor capacidad receptiva”. Eso sí, el filósofo consideró que la educación debe centrarse en lo universal, “pues la ideología es a la educación, lo que la mixomatosis al conejo; no deja uno”.
Talento
Decidido a hablar del “talento” en un momento en el que “la educación es necesaria ante el empobrecimiento del debate nacional”, José Antonio Marina destacó que “en la actualidad sabemos que la inteligencia no es innata”, aunque el peso de la genética es relevante, porque “no todos los genes se activan” y porque “en esta activación influye el entorno”. Desde este punto de vista, la educación ejerce un papel imprescindible a la hora de desarrollar esa inteligencia y de que las personas aprendan a utilizarla, con “valentía”, “tenacidad”; de manera que no sólo se sepan las soluciones correctas a un problema, sino que las puedan llevar a cabo. Lejos de ser una palabra que forma parte de la psicología popular, este filósofo que declara que “la gran creación de la inteligencia no es la ciencia, la tecnología o la literatura, sino la bondad”, concedió al talento “estatuto científico” y declaró que el mundo educativo del futuro, como “proyecto ético, de sociedad y de ciudadanía, tiene que centrarse “en educar el talento”.
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