Fuente: La Voz de Galicia
Fue durante unas vacaciones. Cada noche antes de dormir leía con sus hijos un pequeño episodio de una historia inventada donde dos hermanos y un perro aprendían a dominar sus emociones. Los niños se divertían escuchándola, y cuando terminaba el folio, le pedían más. Escribía otro y así hasta que terminó el verano. Hace unos meses cuando la editorial la llamó y le propuso un proyecto de inteligencia emocional para niños, Elsa Punset (Londres, 1964) rescató de su memoria todo aquello y creó Los Atrevidos.
-¿Cuál es la emoción más difícil de controlar?
-Tal vez el miedo, y tras el miedo, la ira, porque son las preferidas de nuestro cerebro programado para sobrevivir? Cuando ellas toman las riendas de nuestro cerebro, es decir, cuando las sentimos de forma incontrolable, baja nuestro cociente intelectual y tomamos decisiones muy rápidas y muy emocionales? Pero desde pequeños, podemos aprender recursos para reconocer las señales de un secuestro emocional y calmar las emociones más volátiles.
-¿Se contagian?
-Estamos programados para contagiarnos emociones. Imitamos a los demás de forma consciente e inconsciente: copiamos gestos, risas, toses, acentos, seguimos modas en la forma de vestir o de hablar. Aunque sea una programación antigua diseñada para ayudarnos a aprender y a sobrevivir, no ha cambiado porque todavía funcionamos con muchos instintos ancestrales. Así que sí, ¡las emociones se contagian como un virus!
-El manejo del miedo, la autoestima... aparentemente solo puede traer cosas buenas... ¿o también pueden darse efectos negativos?
-Demasiada autoestima puede nublarte la capacidad de juzgar con objetividad; pero una baja autoestima puede impedirte enfrentarte a retos que darían sentido a tu vida. Sentir un miedo que te paraliza antes de salir a hablar en público puede arruinar tu carrera; ¡pero no hacer caso a las señales del miedo cuando existe un peligro real puede poner en riesgo tu vida! Así que ninguna emoción es buena o mala por sí sola, todas, dependiendo del contexto, son útiles o perjudiciales y lo importante es cómo se gestionan en cada caso.
-¿Cómo afectan las redes sociales, cada vez más presentes en nuestra sociedad, a la inteligencia emocional?
-Nos afecta para bien y para mal. Por una parte, nos conecta como nunca antes, y eso, para una especie tan social como la nuestra, es muy importante y ventajoso. Pero también hay que saber que nos resulta muy fácil dañar a las personas, insultarlas o ignorarlas a través de las redes sociales, porque cuando no ves al otro, rompes más fácilmente la empatía que nos une y que impide que nos hagamos daño.
-Escribiendo y tocando tan de cerca siempre el tema de las emociones, ¿uno les acaba perdiendo el miedo o, al contrario, acaba por tenerles más respeto?
-Son como viejas amigas con las que hay mucha confianza, pero que a veces te sacan de quicio.
-Entendiendo la siguiente afirmación de forma ocasional, ¿habría que dejarse llevar por las emociones?
-Siempre nos dirigen las emociones, ellas mandan, ¡son la fuerza que nos mueve! La gracia está en saber potenciarlas cuando nos son útiles, y transformarlas o calmarlas cuando resultan perjudiciales?
-¿A qué emoción recurres más?
-A la alegría. Recurro a ella, la genero de forma deliberada, y encima tengo la suerte de que se apodera de mí con bastante frecuencia.
-¿Influyen los padres en las emociones de los niños?
-Dice un conocido refrán que necesitas un pueblo entero para educar a un niño. Los humanos somos una especie profundamente social, y cuando somos niños, aprendemos imitando a los adultos que nos rodean. Y concretamente, los niños que tienen padres y madres emocionalmente inteligentes tienen mejor salud, mejor rendimiento académico, mejores relaciones con los demás y menos problemas de comportamiento.
-Hasta qué punto es importante un buen manejo de las emociones para un buen rendimiento escolar.
-El rendimiento académico de los niños mejora de media unos 11 puntos frente a los alumnos que no reciben clases de inteligencia emocional en el colegio. Así que cuando enseñas a un niño habilidades emocionales y sociales, no solo consigues un hijo que mejora su actitud y su comportamiento, que tiene menos episodios de desajustes emocionales, y que consigue llevarse mejor con los demás, ¡sino que además saca mejores notas!
-Si ya para los mayores es una tarea difícil, ¿podemos pretender que los niños aprendan a gestionar sus propias emociones a edades en las que quizás todavía no sepan qué significan estas?
-Aunque no sepamos darles nombre, desde que nacemos ya somos sensibles a las emociones de nuestros padres, y reaccionamos a ellas. En los primeros años de vida, a los más pequeños les cuesta distinguir entre ellos mismos y sus emociones, ¡por eso actúan de forma tan emocional! No saben aún gestionarlas. Los padres enseñamos instintivamente a nuestros hijos pequeños a comprender y nombrar sus emociones, decimos a los niños pequeños por ejemplo, «Tienes sueño, ¿verdad? Te voy a mecer así, despacio y te vas a relajar y a dormir». Poco a poco, si los padres les ayudan, los niños aprenden a poner nombre a sus emociones, y a auto-regularlas, es decir, a calmarlas por su cuenta, sin tanta ayuda de los padres. ¡Es el principio de la autonomía del niño!... y una de las funciones básicas de la educación, en la que los padres y maestros van dotando al niño de lo que necesita para poder vivir y convivir de forma autónoma, independiente.
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