martes, 27 de agosto de 2024

La Carretera de Tamaraceite y su devaluado valor arquitectónico

 

Por Esteban G. Santana Cabrera  

La Carretera de Tamaraceite, ubicada en Las Palmas de Gran Canaria, fue paso obligado para todos los viajeros que querían ir al norte de la isla hasta no hace muchos años, antes de la construcción de la Circunvalación. Esta Carretera General tiene una rica historia que se refleja tanto en su trazado como en sus edificaciones, aunque solo el conjunto arquitectónico de la Ermita de la Mayordomía es el que está catalogado como Bien de Interés Cultural (1995) en toda la zona. Esta vía, que conectaba la ciudad con el, hasta los años 80, núcleo rural de Tamaraceite, ha sido testigo de la evolución urbana y arquitectónica del lugar desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, que presenta un deterioro muy importante.

A nadie se le escapa que Tamaraceite ha sufrido una gran transformación en los últimos años. Desde tiempos prehistóricos, ha estado muy influenciada por el hombre ya que era un lugar de vital importancia agrícola y ganadera dentro de la isla de Gran Canaria, como así recogen diferentes historiadores. Desde 1476 se data la existencia del cantón de Tamaraceite. A la gran influencia de la agricultura y de los fenómenos naturales en la degradación del paisaje hay que sumar desde mucho antes el sobrepastoreo, ya que los rebaños de Tamaraceite permanecían aquí desde noviembre hasta julio, para después trasladarse a Valleseco o Firgas. Ya en el S. XX, la introducción del plátano, del tomate y las nuevas construcciones contribuyen a lo que dio lugar a Tamaraceite y a que este espacio esté en continua transformación hasta la actualidad, ya que es uno de los pocos polos de expansión que tiene esta ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Pero me quiero centrar en la Carretera de Tamaraceite y su alto valor patrimonial y arquitectónico, que surgió como una ruta rural que conectaba Las Palmas de Gran Canaria con los asentamientos agrícolas de Tamaraceite y otros pueblos del interior de la isla y se fue ocupando por viviendas señoriales de otros barrios como Triana y Vegueta. En el siglo XIX, a medida que la población de Las Palmas crecía, también lo hacía la necesidad de mejorar las conexiones con las zonas rurales circundantes. Fue en este contexto en el que se desarrolló la Carretera de Tamaraceite, inicialmente como un camino de tierra, para facilitar el transporte de productos agrícolas hacia la ciudad hasta ser un lugar de parada obligada y donde empezaron a surgir pequeñas industrias, tabernas y comercios que daban servicio no solo a los lugareños sino a todos los de los pueblos circundantes y a los que iban de paso.

Antes de pasar el barranco, todavía se mantiene en pie la vieja ermita de La Mayordomía, cuya edificación actual es del siglo XVIII. No se sabe con exactitud una fecha más precisa. En ese siglo estaba bajo la advocación de San Buenaventura y San Sebastián y se le puso este nombre por devoción del coronel de los Reales Ejércitos Don Jacinto Falcón. Fue construida sobre las ruinas de la anterior que quedó arrasada por un incendio en una tormenta de verano. Algunas de las imágenes fueron salvadas del incendio y llevadas a otras parroquias. Esta es la única construcción protegida en toda Tamaraceite y catalogada como BIC, ya que el ARRU 08, aunque no ha sido aprobado, afortunadamente, daba rienda suelta al derribo de viviendas históricas para la construcción de edificios de varias plantas.

La Carretera de Tamaraceite posee edificaciones de alto valor arquitectónico, muchas de las cuales aún se mantienen en pie a pesar de que el tractor y la especulación deambula por el lugar. Estas construcciones reflejan las influencias arquitectónicas de la época y la adaptación de estilos rurales a las necesidades urbanas emergentes. Las primeras edificaciones que se levantaron en torno a la carretera son de carácter rural y estaban construidas con materiales del entorno, como la piedra y la madera. Estas viviendas solían ser de una o dos plantas, con techos a dos aguas cubiertas de tejas y ventanas pequeñas. La mampostería tradicional y los colores blancos o pasteles predominaban, lo que es característico de las construcciones canarias de esa época. Algunas de estas casas contaban con elementos decorativos sencillos, como balcones de hierro forjado y portones de madera labrada y que han ido cayendo fruto del abandono y la desidia municipal.

La Carretera se convirtió en El Paseo en los años 40 y 50, siendo un vínculo de unión y un punto de encuentro para la gente del pueblo. Era el lugar de reunión para muchos jóvenes, con otros que venían de fuera, del Puerto, del Lomo Apolinario, etc. Todos esperaban con muchas ganas a que llegase el domingo o el día de fiesta para sacar “la ropa de los domingos” y salir a pasear. Los límites del Paseo eran desde el bar de “Vicente el Chico” hasta el Cruce de San Lorenzo, unos 300 metros aproximadamente, que fin de semana era un punto de referencia para los jóvenes llamados por los bailes en la Sociedad de Recreo o las películas en el Cine Galdós. Por allí pasaba el “coche de hora” y los “piratas” que unían Las Palmas con Arucas y Teror. Eran muy lentos pero también respetuosos con la gente que paseaba.

A medida que avanzaba el siglo XX, las viviendas en la Carretera de Tamaraceite comenzaron a mostrar influencias del modernismo, que llegaba a Canarias con cierto retraso respecto a Europa continental. Los detalles decorativos se volvieron más elaborados, con la inclusión de azulejos de cerámica en las fachadas y el uso de molduras y cornisas más trabajadas. Además, se empezaron a ver casas con influencia del estilo ecléctico, que combinaba elementos neoclásicos con otros más modernos, como los ventanales grandes y las rejas de diseño geométrico.

El abandono de construcciones históricas en nuestros barrios tiene consecuencias significativas, tanto a nivel social como cultural. Las edificaciones que quedan en desuso no solo deterioran el paisaje urbano, sino que también representan una pérdida patrimonial irreparable. Estas construcciones, al quedar desatendidas por sus dueños y/o la administración, suelen deteriorarse rápidamente debido a la falta de mantenimiento, lo que puede llevar a su colapso estructural. Además, el abandono de estos edificios contribuye a la degradación del entorno, generando problemas de seguridad y afectando la calidad de vida de los vecinos.

Desde una perspectiva cultural, la pérdida de estas edificaciones implica la desaparición de fragmentos valiosos de la historia de Tamaraceite. Cada edificio antiguo cuenta una parte de la narrativa histórica, y su abandono representa la erosión de la memoria colectiva. Según diversos estudios, como el realizado por Muñoz Viñas en su obra Teoría contemporánea de la restauración.

En la actualidad este lugar emblemático presenta un total abandono, casas tapiadas, algunas ocupadas de manera ilegal, alumbrado obsoleto, asfaltado calamitoso y la suciedad generada por los incívicos que sacan sus perros a hacer sus necesidades en la zona y no las recogen. Un lugar con mucha historia y un alto valor arquitectónico que, si no lo rehabilitamos pasará a ser historia porque caerá bajo el poder de la pala y los tractores.

Por ello, es crucial que las políticas urbanas incluyan estrategias para la rehabilitación y conservación de estas construcciones. La revitalización de edificios históricos de Tamaraceite puede impulsar la regeneración urbana del barrio, fomentando un desarrollo sostenible que respeta y valora el patrimonio cultural.




viernes, 23 de agosto de 2024

" Recuerdos de mi Infancia Amarilla"

Por Esteban G. Santana Cabrera  

Hace 75 años, un 22 de agosto, nacía la Unión Deportiva Las Palmas, un club que no solo ha sido un símbolo para los habitantes de Gran Canaria, sino también una parte fundamental de mi historia familiar. Guardo con orgullo y nostalgia el carnet de socio de mi padre, que con tan solo 29 años, decidió hacerse socio del club, apenas un año después de su fundación. Desde entonces, su vida quedó entrelazada con los colores amarillo y azul, y, gracias a él, la mía también.

Mi padre tenía su asiento en la grada Sur del antiguo Estadio Insular, y ese lugar se convirtió en su segunda casa durante muchos años. Desde pequeño, siempre lo escuchaba hablar de su amor por el equipo, de los partidos y de los jugadores que para él eran como héroes. Juanito Guedes, el Mariscal, casado en Tamaraceite, era habitual en mi casa. Su mujer, prima de mi madre, recién casada con Guedes, llevaba a mi hermana a los partidos de la UD. Tengo algunos recuerdos de él, de su esbelta figura a la puerta del bazar de mi madre y sobre todo de su enfermedad y el día de su muerte. Recuerdo como si fuera ayer la llamada de mi tía que se estaba quedando con él aquella noche en la Clínica Santa Catalina, comunicándole a mi madre su fallecimiento. Su muerte nos unió mucho más con su familia, Georgina y con sus hijos Juani y Javier, mis primos. 

Y ella fue la que una noche de fútbol, aún de luto por su marido, le dijo a mi padre que por qué no llevaba a los niños al fútbol. Y así, desde esa misma noche empezó nuestra aventura futbolera con la UD Las Palmas de Tonono, Castellano, Estévez, Germán, Gilberto, Martín, Hernández, Trona,….  Nos sorteamos mi hermano Luciano y yo a ver quién iba y me tocó a mi, y cada jornada iba uno. Eso porque a Nicolás, el más pequeño no le gustaba el fútbol y encima lo obligábamos a ponerse de portero en nuestros partidos familiares con mis primos. Mi primera vez en el estadio se me quedó grabada a fuego, hace ya medio siglo. Yo era un niño, y la emoción que sentía era difícil de describir. Aquella boche jugábamos contra el Rácing de Santander, un equipo que, aunque lejano, se me quedó grabado en la memoria gracias a nombres como Chinchón, Juan Carlos y Zuviría.

El camino hacia el estadio fue una experiencia en sí misma, en el Renautt Dauphine, que siempre
estaba dispuesto a llevar a algún amigo. Lo dejábamos aparcado por Haricana, por encima de Fernando Guanarteme, e íbamos caminando atravesando Madera y Corcho hasta llegar a Pikolín, que era el preludio de la gran entrada al campo. El ambiente fuera del recinto era mágico: el bullicio de la gente, las risas, las voces que se mezclaban en un murmullo constante, y ese olor inconfundible a jarea que impregnaba el aire. A medida que nos acercábamos al Estadio Insular, sentía cómo crecía mi emoción, como si compartiera un secreto con las miles de personas que, como nosotros, se dirigían a presenciar el partido. Otros estaban ya en los bares de la zona tertuliando o hablando de lo que se podía esperar.

Nosotros íbamos directamente a la puerta de acceso, ya que siempre íbamos con el tiempo justo. Al llegar a los tornos, recuerdo cómo mi padre nos mantenía lo más pegado posible a él, para que pasáramos juntos sin problemas. Era un ritual que me hacía sentir parte de algo mucho más grande, como si, de alguna manera, formara parte del equipo desde el momento en que cruzaba ese umbral. Subir las pequeñas escaleras y ver el césped, respirar el olor, escuchar la megafonía, envolvía a la tarde noche en una magia especial. Vi muchos partidos grandiosos y equipos de bandera como el Madrid de Amancio y Pirri, el Barcelona de Sadurní, Gallego, Cruyff, Sotil y tantos otros. Pude disfrutar de varias etapas de la UD, pero verlo con mi padre era único. Cuando él falleció, en el 78, el año de la Final de la Copa del Rey con el Barcelona, con los jugadores argentinos Brindisi, Wolff o el mismísimo Carnevalli, internacional por Argentina, ir al fútbol no era igual. Nos llevaba un amigo de mi padre o cogíamos la guagua enfrente de casa, pero ya no había emoción, ya no olía las fragancias de antaño y no disfrutaba de los triunfos del equipillo.

Ahora, al cumplirse 75 años de la fundación de la Unión Deportiva Las Palmas, no puedo evitar sentir
una profunda gratitud por esos recuerdos que compartí con mi padre. Él fue uno de los primeros en creer en el club, y a través de él, yo también aprendí a amar a la UD Las Palmas. Aunque los tiempos han cambiado, y con ellos el fútbol, el sentimiento sigue siendo el mismo. Cada vez que pienso en esos días, vuelvo a sentirme como aquel niño que, con los ojos llenos de ilusión, entraba al estadio de la mano de su padre.

Hoy, más que nunca, celebro esos 75 años de historia, no solo por lo que significan para el fútbol canario, sino por lo que representan en mi vida personal. Porque más allá de los goles, las victorias y los trofeos, la Unión Deportiva Las Palmas siempre será para mí un puente hacia los recuerdos más entrañables de mi infancia, y un legado que mi padre me dejó, y que llevo con orgullo.





martes, 13 de agosto de 2024

De los cacharros al grifo en casa

 


Ya no nos acordamos de las restricciones por ello es bueno echar la vista atrás para no malgastar este preciado tesoro. Comparto mi artículo de hoy sobre cómo ha evolucionado, en poco tiempo, el acceso al agua. Y de esto sí que saben nuestros mayores. Así lo publicó La Provincia: https://www.laprovincia.es/las-palmas/2024/08/12/cacharros-grifo-casa-106908714.html

sábado, 3 de agosto de 2024

¡SOS: Salvemos Las Charcas de San Lorenzo!

Por Esteban G. Santana Cabrera 

Las Charcas de San Lorenzo, el paisaje natural protegido que se encuentra entre los barrios de Tamaraceite y San Lorenzo, se encuentran actualmente en una situación alarmante debido al abandono institucional, a la incidencia del ruido y al vandalismo. Este entorno, que alberga una rica biodiversidad y una infraestructura acuífera histórica, está siendo arrasado por el paso continuo y descontrolado de vehículos de dos ruedas a motor, además de ser víctima de actos vandálicos con vertidos de escombros incontrolados. A pesar de las repetidas solicitudes por parte de los vecinos, las autoridades locales, tanto el Cabildo como el Ayuntamiento, no tienen intención de implementar un plan de conservación adecuado mientras se gastan millones en otros proyectos, a los que no restamos importancia, pero ya tenemos la mosca detrás de la oreja porque salvo algunas acciones muy concretas hace muchos años, parece que la intención es dejarlo morir.

La Ley de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad en España establece la
protección de los espacios naturales y la fauna que los habita. Esta ley ofrece un marco legal sólido para la conservación de Las Charcas de San Lorenzo. Además, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, especialmente el ODS 15 (Vida de Ecosistemas Terrestres) y el ODS 11 (Ciudades y Comunidades Sostenibles), subrayan la importancia de proteger y restaurar los ecosistemas terrestres y de crear comunidades sostenibles y resilientes. A esto le unimos que ha habido un acuerdo plenario, aprobado por unanimidad, para su conservación hace tres años y no se ha movido ni un papel.

Aparte del abandono institucional y las basuras, el ruido, generado por actividades como el paso de vehículos a motor, la música alta y los fuegos artificiales, tiene efectos devastadores en las aves nidificantes. Estudios científicos han demostrado que el ruido puede causar estrés en las aves, alterando sus patrones de canto y comunicación, e incluso llevando al abandono de nidos. Esto reduce significativamente el éxito reproductivo de muchas especies. En el caso de Las Charcas de San Lorenzo, el ruido constante, sobre todo del paso de vehículos, interfiere con la tranquilidad necesaria para que las aves críen a sus polluelos, poniendo en peligro la biodiversidad local.

El paso continuo de vehículos de dos ruedas a motor está deteriorando las acequias, canales, cantoneras, acueductos, caminos reales y senderos, que forman parte del patrimonio etnográfico de la zona. El vandalismo ha dejado marcas irreparables en algunas de estas infraestructuras tal y como se puede ver paseando por allí. La falta de acción por parte de las autoridades municipales e insulares agrava esta situación, dejándonos a los vecinos impotentes ante la destrucción de nuestro patrimonio natural y cultural. A pesar de las repetidas peticiones de los vecinos, el Cabildo y el Ayuntamiento no han implementado ningún plan de conservación ni han regulado el uso público y de ocio del entorno natural. Los vecinos de Tamaraceite, San Lorenzo y de Las Palmas de Gran Canaria solicitamos el disfrute regulado de Las Charcas y el Camino Viejo de San Lorenzo, mejoras en las condiciones biológicas del área, y la creación de elementos interpretativos que promuevan el conocimiento de los valores ambientales asociados al entorno.

Establecer normas claras y controles estrictos para regular el acceso y las actividades en el área, realizar acciones para restaurar y mantener las condiciones naturales de Las Charcas y el Camino Viejo, crear elementos interpretativos y programas educativos para escolares y ciudadanos, que promuevan el conocimiento y el respeto por el entorno natural y por último, restaurar y conservar la infraestructura tradicional, actualmente en estado de semiabandono, son algunas de las medidas que hemos propuesto por activa y por pasiva, pero la administración continúa haciendo oídos sordos.

Las Charcas de San Lorenzo, un tesoro natural y cultural, están en peligro. Es esencial que el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y el Cabildo Insular de Gran Canaria tomen medidas inmediatas para conservar este entorno. Los vecinos hemos expresado claramente nuestro deseo de disfrutar de Las Charcas y el Camino Viejo de San Lorenzo de manera sostenible y respetuosa. Con una regulación adecuada, mejoras biológicas, y programas educativos, es posible proteger este valioso patrimonio para las futuras generaciones.