Esta semana tuvimos la dicha los docentes de las islas de Tenerife y Gran Canaria, de disfrutar de la sabiduría de María del Mar Romera, maestra, licenciada en pedagogía y en psicopedagogía , especialista en Inteligencia emocional y autora de diversos libros dedicados a la escuela, la infancia y la didáctica activa, así como presidenta de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci.
Dejó una “pizca" de esperanza en un momento difícil para nuestro sistema educativo en España debido a la incertidumbre del cambio inminente que nos acecha. Con un lenguaje sencillo y cercano nos dejó varias perlas que quisiera compartir con ustedes.
Destaco la metáfora empleada a la hora de darnos a entender las dificultades que encontramos día a día en nuestra práctica docente, las piedras en el camino, que a unos hace tropezar y a otros como a Miguel Ángel sirvió para crear el David. La dificultad es la que nos hace crecer.
Por otro lado puso un ejemplo muy ecológico para ver nuestras aulas y con ello a nuestro alumnado, "huerto o jardín" Nos invitó a reflexionar sobre el interés del sistema educativo tradicional para que nuestras escuelas sean huertos, donde todo el alumnado crezca a la vez, dé frutos a la vez y se pode a la vez. En contraposición, nos proponía Mar una escuela como un jardín, con flores de distintos colores y tamaños, donde tengan cabida los "árboles" grandes y pequeños, independientemente de su edad, donde sea la propia planta-alumnado el que ponga sus tiempos, límites e intereses.
Nos presentó a un docente que debe ser el acompañante, facilitador de aprendizajes, ayudante. Esto conlleva a que la escuela deba ser compensadora, una escuela que ofrezca aquello de lo que el alumno carece en su vida diaria, donde se juegue, se manipule, se investigue y se aprenda de manera motivadora y partiendo del interés del propio alumnado.
Pero sobre todo, el mensaje más importante que nos dejó, es que queramos a nuestros alumnos, que los abracemos, los conozcamos, hablemos con ellos y con sus familias. Ésta es la llave que nos puede abrir las puertas del aprendizaje de nuestros niños y niñas. De nosotros depende el abrir la puertas y ventanas de nuestras aulas para que este chorro de aire fresco que nos ha dejado Maria del Mar Romera nos impregne y dé su fruto.
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