martes, 15 de julio de 2025

"La inteligencia artificial: aliada del aprendizaje y no amenaza"

 

Por Esteban G. Santana Cabrera 

Estamos viviendo un momento apasionante en la Educación. La aparición de la inteligencia artificial (IA) en nuestra vida cotidiana, y por supuesto también en nuestras aulas, está marcando un antes y un después. Como ocurrió en su día con la llegada de los ordenadores, de las pizarras digitales o de las Aulas MEDUSA, hay voces que se alzan en contra de esta tecnología por desconocimiento. Pero demonizar la IA sin comprenderla, sin conocerla, es repetir los errores del pasado. La historia nos enseña que todo avance tecnológico ha generado miedo al principio, como la imprenta en su día, pero hoy nadie se imagina una escuela sin libros, sin ordenadores, o sin conexión a internet.

La IA, lejos de ser una amenaza, puede convertirse en una herramienta muy interesante, tanto para el alumnado como para el profesorado. No viene a sustituir a nadie, sino a complementar el trabajo docente, a facilitar la burocracia, a personalizar el aprendizaje y a ofrecer nuevas oportunidades de aprendizaje. Pero para ello, necesitamos algo fundamental: formación.

En España, uno de los principales problemas del sistema educativo es que las tecnologías suelen llegar antes a las aulas que la formación al profesorado. Y con la inteligencia artificial está ocurriendo lo mismo. El alumnado ya la usa de manera cotidiana, muchas veces sin entender sus riesgos ni su verdadero potencial. Mientras tanto, muchos docentes aún no saben por dónde empezar. Este desfase es preocupante, pero también es una oportunidad si logramos actualizar nuestra formación, podremos guiar al alumnado con responsabilidad y sentido crítico.

Porque esta es una de las claves: educar en pensamiento crítico. La IA es capaz de generar contenidos de forma automática, pero no de discernir con criterio humano qué es adecuado en cada momento, relevante o ético. Esa labor sigue siendo exclusivamente nuestra. Por eso, debemos enseñar a nuestro alumnado no solo a utilizar estas herramientas, sino a contrastar la información, a cuestionarlas, a preguntarse por su origen y su fiabilidad. Las rutinas y destrezas de pensamiento son grandes aliadas en este proceso. Nos ayudan a estructurar el pensamiento, a promover la reflexión y a desarrollar una actitud crítica frente al conocimiento.

Utilizar la IA en clase puede abrir la puerta a proyectos interdisciplinares, a nuevas formas de evaluación, a tutorías más personalizadas y a un aprendizaje mucho más inclusivo. Un alumno con dificultades de expresión escrita puede beneficiarse de herramientas de apoyo que le permitan mostrar sus conocimientos de otra manera. Un docente puede ahorrar tiempo en la elaboración de materiales o en la corrección mecánica, y dedicarlo a lo que realmente importa: acompañar, motivar y orientar.

Por ello, algo debemos hacer. No se trata de introducir la IA como una moda más, sino de integrarla con un espíritu pedagógico. No basta con tener acceso a estas tecnologías; hay que saber para qué y cómo usarlas. Esto implica también un cambio en la formación inicial del profesorado, así como en la formación continua. Debemos generar comunidades de aprendizaje para aprender unos de otros, espacios de experimentación, de reflexión, de investigación en los propios centros. Me gustaría destacar el IX Taller de Innovación Educativa que organiza, como cada año, la Escuela de Ingenieros Industriales de la ULPGC y que este año puso el foco en la IA y en las nuevas tecnologías. Pudimos disfrutar de ponencias interesantísimas como la de Miguelo Betancor, titulada “Del humanismo al transhumanismo” o el taller de elaboración de rúbricas con IA de María Esther Rodríguez, ambos profesores de la ULPGC, y además se presentaron varias experiencias como la de una ONG que surge desde la EIIC, el trabajo de la Fundación Sergio Alonso y otras de alumnado y profesorado donde las tecnologías contribuyen a una convivencia más saludable.

La IA ha llegado para quedarse, y cuanto antes la entendamos, antes podremos introducirla con todas las garantías en nuestras aulas. Una educación en la que prevalezca el pensamiento crítico, de paso a la creatividad, humana y que esté conectada con el mundo real. Como tantas veces en la historia, el reto no está en la herramienta, sino en cómo la usamos.


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