martes, 8 de marzo de 2022

Mujeres de barrio y a mucha honra

 

Por Esteban G. Santana 

Celebramos este 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer 2022, cuyo lema es a nivel internacional “Igualdad de género hoy para un mañana sostenible”. A mí, si me permiten, me gustaría realzar la figura y el papel de algunas de las mujeres de mi barrio, de Tamaraceite. Ellas, q ya no están y que pasaron de manera silenciosa, ayudando a los demás sin esperar nada a cambio, fueron un ejemplo a seguir para las generaciones venideras. Emprendedoras, solidarias, reivindicativas y a todas les unía su trabajo por los demás, la solidaridad y la entrega a su barrio. 

Permítanme empezar por María García Benítez, mi abuela.  Esposa de José Cabrera. La gente de Tamaraceite la conocía por Mariquita García, la partera, y fue la "madre" de muchos de los niños que ahora tienen 40 a 60 años. Todavía recuerdo su caja metálica amarilla, de galletas inglesas, donde guardaba sus artilugios para las "operaciones" que realizaba siempre en la casa de las parturientas. Ella sabía con solo tocar a la futura madre si "estaba para ella" y si no les decía "mi niña, tienes que ir para abajo". Ella nos contaba que las mujeres le suplicaban que hiciera lo que pudiese, que ellas no querían "ir para abajo", osea, ir a la clínica, ya que eso suponía que había muchas posibilidades de que no volviera por el alto índice de mortalidad que había en la "Clínica Nueva" como así la llamaban, cuando antes de construirse la Clínica del Pino había una "clínica" que después fue Casa de Socorro en la calle León y Castillo.

Mariquita García no cobraba porque las personas a las que atendía eran tan pobres como ella, que apenas tenían para comer. Ella lo hacía por amor a Dios y a las personas. Y como Dios da el ciento por uno, nunca le faltaba un plato de comida en su casa ya que la gente le pagaba con unas papitas o plátanos o lo que tuviesen. Pero no solo atendía a las mujeres de Tamaraceite sino que venían a buscarla de otros pueblos cercanos y de la ciudad. Cuentan las que vivieron esta experiencia que era tan buena que incluso quisieron llevársela a la clínica a hacer de matrona, y ella amablemente dijo que ya no estaba para eso y que solo lo hacía por ayudar. Pero su labor no solo consistía en asistir en el parto sino que luego iba a realizar las curas a la parturienta, a lavar a los niños a las 24 horas y a las niñas a realizarle los agujeros de los orejas. Estoy seguro que muchos de los que nos leen fueron asistidos por Mariquita García y todavía la recuerdan.

La segunda mujer que quiero poner en valor hoy es a María Arencibia, conocida como Mariquita Serapita, la madre del ilustre pintor Jesús Arencibia y que aparece dibujada en el mural de la Iglesia de Tamaraceite.  Las tiendas y los bares eran lugar de paso obligado a la salida del cine o en el descanso, que se aprovechaba para recargar energías mientras se cambiaba de carrete. Una de las tiendas era la de Mariquita Serapita en la misma subida del cine, donde se podía comprar embutidos, chorizos, arroz, pan, golosinas, chufas y chochos. Mujer trabajadora, incansable y sobre todo mujer solidaria donde las hubiera. Ayudó a muchas familias de Tamaraceite.

María Villegas, otra de nuestras vecinas, dejó un gran legado culinario en los vecinos de este pueblo y que traspasó, llegando a nuestros días como un dulce más de la repostería de Gran Canaria. Los famosos bizcochos lustrados de Doña María Villegas eran conocidos en toda la isla y más allá.  Estaban hechos de una masa compuesta de la flor de la harina, huevos y azúcar cocida en un horno pequeño y en trozos de distintas formas y no gran tamaño. Se le llamaba lustrado porque estaba cubierto de una capa de almíbar a punto de nieve que se cristalizaba al meterla en el horno. Los coches de hora hacían su parada justo enfrente de la tienda de Mariquita Serapita, en la misma curva, y muchos de los que en ellos viajaban bajaban a comprar los famosos bizcochos de Tamaraceite.  Pero ¿sabían ustedes que hasta la casa de Pérez Galdós en Madrid llegaban puntualmente estos famosos dulces, así como otros muchos productos canarios? Con él vivían, en torno a 1912, dos de sus hermanas, Carmen y Concha, que también habían fijado su residencia en la capital.  Hoy vamos a colarnos en la despensa de don Benito de la mano de Ambrosio Hurtado de Mendoza Sáenz, nieto de su hermana Carmen, que, con sus propios recuerdos y testimonios familiares, presentó una comunicación en el I Congreso Internacional Galdosiano, que tituló "Don Benito Pérez Galdós jamás olvidó su tierra natal", de la que extraemos la siguiente cita:

«En la despensa de la casa de don Benito no faltaban nunca las rapaduras isleñas en sus variedades de huevo, azúcar, café o achocolatadas; el gofio de millo, los bizcochos lustrados de Tamaraceite, los higos pasados herreños, ...."

En La Montañeta, años ha, no solo había tiendas de aceite y vinagre como la de Periquito Acosta, Prudencito o Isabelita la Barbera, sino que también había una tienda de ropa y artículos de regalo en la que, a pesar de sus reducidas dimensiones, se podía encontrar un vestido de la última moda, zapatos y hasta muebles. Carmelita "García" como se le conocía y se conoce a su dueña, por el apellido de su madre, Mariquita García la partera, era una comerciante que nunca se enriqueció con su negocio porque trataba de ayudar a los más desfavorecidos que hasta su tienda acudían a pedir la ropa del colegio, bragas o calzoncillos y hasta un sillón o un televisor porque el suyo ya estaba para el "desguase". Ella fue intermediaria entre las grandes tiendas de Triana de la época y algunas de las cuales todavía sobreviven como Arencibia, a donde los vecinos de Tamaraceite acudían con la autorización de ella para que comprasen "fiao" y poder ir pagándoselo poco a poco. Mucho fue el dinero que Carmelita tenía en la calle y mucho fue el que no volvió, porque la gente no tenía o, algunos, los menos, se hacían los "longuis" y dejaban de pagar. La tienda de Carmelita es recordada por muchos. 


Chita fue la primera maestra para muchos niños y niñas de La Montañeta y muchos fuimos los que aprendimos las primeras letras gracias a su paciencia y buen saber. Su escuelita estuvo primero en el callejón de la Calle Magdalena donde Pinito la maestra había tenido su escuela antaño. Luego la trasladó a la Calle Belén, donde estaba antiguamente el pilar, en lo alto de la calle y en una cuevita donde también vivía. Todavía recuerdo aquella entrada llena de plantas, la clase estaba en la cueva de la derecha al fondo junto al resto de habitaciones de la vivienda, también cuevas. Una muerte repentina sesgó la vida de esta mujer a la que no recuerdo nunca levantarle la voz a ningún niño y mucho menos pegarle.Cuando salíamos del colegio pasábamos por la tienda de Carmita Déniz, en el principio de la calle, a comprar algunas chucherías. Nos despachaba por el ventanillo y desde alló podíamos divisar las golosinas encima de una mesa grande de madera que era la delicia de todos los pequeños. 

Por último quiero recordar en un día como el de hoy a mi maestra de Sociales en el colegio Adán del Castillo de Tamaraceite, Angelina Zamora Lloret. Mujer activista y defensora del derecho de las mujeres. Estudió magisterio, pero le fue difícil aprobar las oposiciones al ser hija de republicano, y hasta la inspectora jefe Mª Paz Sáenz Tejera le dijo que antes que ella estaban los hijos de padres honrados. Estudió en el instituto Pérez Galdós, recuerda que el nivel de estudios bajó mucho después de la república y lo mismo manifiestan otras señoras que estudiaron en los dos periodos, observaron como el profesorado estaba escasamente preparado y no motivaban a las alumnas, incluso le dificultaban el estudio. 

Fue testigo de la época franquista, hija de un republicano desaparecido en Las Palmas. Ella relataba las vivencias de su familia perseguida por ser esposa e hijos de “rojo”. Nacida en Alicante en 1917, llegó a Las Palmas con su familia en 1931, buscando mejores perspectivas de vida. Su padre, Andrés Zamora, era telegrafista de ideología socialista y lo desaparecieron los falangistas en la expedición del vapor “Domine” a la Península en 1936. Según relata, a su madre la destituyeron de la escuela de San Roque donde ejercía, cuyo único delito había sido ser la esposa pues no tenía ningún compromiso político, si bien era una maestra que pertenecía la UGT-FETE. La suspendieron de empleo y sueldo y la expulsaron con sus hijos de la casa donde vivían. Le volvieron a dar escuela acabada la guerra en 1941, y la destinaron a la isla de Lanzarote a modo de destierro, pues tenía a sus hijos y familiares en Las Palmas y de manera forzosa le asignaron el destino.  La maestra Angelina Zamora Lloret, mi maestra, desempeñó su trabajo en el CEIP Adán del Castillo de Tamaraceite desde los años 70 hasta su jubilación y aunque no era del barrio, sí que era una mujer muy querida aquí.

Mujeres como Mariquita García, Mariquita Serapita, María Villegas o Angelina Zamora no son más que otras muchas que contribuyeron a que la figura de la mujer se engrandeciera. Por ello no quiero terminar sin nombrar al menos a Mariquita González, Fiita Pérez, Chita la maestra, las hermanas Hernández, maestras de muchos tamaraceiteros, Encarnacionita López o Cesarita Afonso, Antoñita de la Cruz del Ovejero, Pepita Acosta, Sofía de Medina Melián o Doña Francisca Jiménez. Vaya hoy nuestro recuerdo.

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