domingo, 13 de octubre de 2024

“Colas, coches y caos: el atasco crónico de Tamaraceite”


Por Esteban G. Santana Cabrera  

El distrito de Tamaraceite-San Lorenzo-Tenoya, con sus casi 50.000 habitantes, vive un auténtico calvario diario: las interminables colas de tráfico que desde hace años se han convertido en parte de la rutina de sus vecinos. Cada mañana y cada tarde, la congestión en la Circunvalación convierte el desplazamiento en una odisea, afectando incluso a los barrios más apartados. Estas colas no son solo molestas, son un problema gravísimo que sigue empeorando con el tiempo.

Los puntos negros del tráfico están claramente identificados: el acceso a Lomo Blanco, por la Universidad, y la entrada a La Ballena en sentido Las Palmas y las entradas a Tamaraceite por la rotonda de Lomo Los Frailes y por Los Alisios. Puntos negros que, día tras día, se convierten en embudos con vehículos que colapsan las principales vías de acceso, tanto para quienes nos dirigimos a la ciudad como para los que salimos de ella. Esta situación se ha visto agravada por la apertura del tramo de la Circunvalación hacia la ciudad desde Arucas, lo que ha añadido más tráfico a una red viaria ya saturada. Tenemos que salir cada día más temprano si queremos evitar “afixiarnos” en la carretera y llegar tarde al trabajo.

Pero lo cierto es que las colas en Tamaraceite no son algo nuevo. Los vecinos más veteranos recuerdan aquellos tiempos en los que las carreteras eran estrechas y el tráfico, aunque menos denso, dejaba a las casas cubiertas de hollín negro. Ir de Las Palmas a Teror un domingo era una odisea, pero volver a casa del trabajo también lo era porque la Carretera General no daba para tanto vehículo. Aun así, los mayores del lugar añoran aquellos días en los que la carretera era, más que una vía de paso, un paseo para los vecinos, un lugar de encuentro y disfrute. Hoy, la realidad es bien distinta: salir o entrar a Tamaraceite es una pesadilla.

¿Qué soluciones se están planteando para un problema que se ha convertido en crónico? ¿Cuándo se sentarán a buscar respuestas reales a una situación que afecta a miles de personas cada día? Las promesas parecen quedarse en el aire, y la vida cotidiana de los residentes sigue condicionada por estas temibles colas. Y a esto le tenemos que unir que este distrito sigue creciendo por días, nuevas construcciones y servicios, no para los vecinos del barrio sino para otros colectivos de la ciudad, hacen que esto se convierta en un auténtico desastre. Si a esto le unimos que no se escucha a los vecinos y, a pesar de su oposición, cierran vías que han servido de aliviadero para descongestionar otras vías de mayor afluencia, el problema lo que hace es agravarse por días. 

Uno de los argumentos más repetidos es que la gente no utiliza el transporte público, pero ¿realmente es así? Los usuarios, que han aumentado considerablemente con la gratuidad de los trayectos y que cada día se dirigen a la Universidad o a la ciudad, bien pueden contar otra historia: colas también para subirse a una guagua, en un servicio insuficiente y poco frecuente. 

El tiempo pasa, pero la desesperación de los vecinos sigue aumentando. El problema del tráfico en Tamaraceite es histórico, sí, pero no por ello debería ser eterno. La solución del tráfico podría estar inspirada en otros lugares como la A406, conocida como North Circular Road, una de las carreteras más congestionadas en Londres. Una de las soluciones implementadas fue la ampliación de carriles en los puntos críticos y la construcción de pasos elevados para separar los flujos de tráfico en intersecciones claves. Este proyecto también incluyó la mejora de los accesos a los barrios residenciales y la reducción de las interferencias entre el tráfico de los vecinos que residían en los alrededores y el de los que van de paso. Aunque la A406 sigue siendo una de las carreteras más concurridas, las obras de mejora han aliviado parte de la congestión y, sobre todo, han mejorado la seguridad. Además, el aumento de las alternativas de transporte público ha ayudado a disminuir la dependencia del coche.

En los alrededores de Tamaraceite habría que reorganizar y ampliar algunos carriles. Si bien los recursos son limitados, se podría estudiar la posibilidad de ampliar algunos tramos o crear pasos elevados en puntos críticos como los accesos a Lomo Blanco y La Ballena e incluso buscar una vía de escape por Lomo Los Frailes y La Majadilla. Las mejoras en el transporte público es algo urgente. Un gran intercambiador es vital, no como el que teníamos y ya no tenemos, porque hubo que tirarlo abajo literalmente. Crear lanzaderas directas a la ciudad desde Tamaraceite y desde otros municipios cercanos como Teror o Arucas, con frecuencias más altas, podría reducir el número de coches en las vías. Un sistema de transporte más rápido y eficaz es clave. A la vez que implementar un sistema de semáforos que ajuste los tiempos de acuerdo con la densidad de tráfico en tiempo real, como ya se hace en algunas ciudades con sistemas de tráfico inteligentes.

Y no será porque no se le ha propuesto a los políticos y a los técnicos por activa y por pasiva desde el movimiento vecinal, mucho antes de que se realizara la circunvalación. El empeño por “sobrecargar” esta zona, sin crear infraestructuras y servicios adecuados a la demanda de la población, por cabezonería de un técnico que ya no está y la complacencia de los concejales de urbanismo, han convertido a este distrito en el “trastero” de la ciudad.

Cada solución tiene su coste y su tiempo de implementación, pero algunas de estas ideas han probado ser eficaces en otros lugares del mundo. Le pediría a la Sra Alcaldesa que empiece a  preguntar a los vecinos sufridores, y “disfrute” una mañanita de colas para que lo compruebe por usted misma y a lo mejor, puede empezar a pensar que aquí no cabe ni un coche más y que habría que buscar otras zonas de la ciudad para crecer. Pero por lo que vemos, este problema no le pilla de paso. 


martes, 8 de octubre de 2024

La Aventura de comunicar en el CEIP Los Giles

 En el día de hoy el programa La Aventura del Saber de RTVE se hace eco del trabajo por la mejora de la competencia comunicativa que llevamos en el cole: https://www.rtve.es/play/videos/la-aventura-del-saber/ceip-giles-valor-buena-comunicacion/16278740/

📻 En el colegio Los Giles la radio es una herramienta de enseñanza, una forma de comunicar y hacer visible el trabajo de la escuela.
🎤 Disfruta de este y más contenidos en: https://www.rtve.es/play/videos/la-aventura-del-saber/

domingo, 6 de octubre de 2024

Los nombretes de mi barrio

 

Por Esteban G. Santana Cabrera  

Los "nombretes", también conocidos como apodos o dichetes, son una manifestación popular de la cultura oral que ha perdurado a lo largo del tiempo, especialmente en los barrios, donde las relaciones interpersonales son más cercanas y familiares. Estas denominaciones, que en muchos casos tienen un tinte humorístico o cariñoso, son un reflejo del carácter y la identidad de las personas, y suelen estar asociadas a una característica física, a un rasgo de la personalidad o alguna anécdota particular que marcó la vida del individuo. En el caso de mi barrio, Tamaraceite, en Las Palmas de Gran Canaria, estos "nombretes" han formado parte del imaginario colectivo y se han transmitido de generación en generación, creando un vínculo único entre los vecinos y su historia.

Los "nombretes" son mucho más que simples apodos; son expresiones de identidad social que permiten mantener viva una tradición de comunicación popular y de memoria colectiva. En los barrios más tradicionales, como lo ha sido Tamaraceite, estas denominaciones suelen ser conocidas por todos, y a menudo, el verdadero nombre de la persona queda relegado a un segundo plano frente al "nombrete" que lo ha definido ante sus vecinos y amigos. De hecho, es común que alguien se refiera a una persona más por su apodo que por su nombre oficial, lo que demuestra el arraigo del mismo. Por ejemplo a Rafael 'el Alpupú' o Manuel 'el Cazuela' nadie los conocía por su apellido y su “nombrete” era su sello de identidad.  Los mayores, hablando del fútbol de antes me nombraban a jugadores y entrenadores por su “nombrete” como José “el Cabuco”, quien participó en un campeonato en el que quedaron campeones en el Campo España, Lorenzo García “el Blanco”, que jugó en el Porteño, Antonio “el Morris”, en el Marino, el padre de Rafael “el pintor” que fue portero del Victoria.

Cuando en el año 2001 publiqué "Tamaraceite. Recordar es volver a vivir", se me ocurrió incluir un

José Cabuco (a la izquierda)
descubridor de Juanito Guedes)

capítulo sobre los “nombretes” de las familias de Tamaraceite. Les confieso que fue uno de los capítulos que la gente miraba con más interés por ver si el “apodo” de su familia se había recogido. Recuerdo una familia, “los Ministros” que se me olvidó incluirlos, y la hija me lo dijo muy apenada. Como en cualquier pueblo, los nombretes, apodos o dichetes es la manera más fácil para ubicar a una persona determinada. En este sentido, es interesante observar cómo incluso personas respetadas y admiradas en la comunidad pueden tener un apodo que, aunque en un primer momento podría parecer irrespetuoso, en realidad resalta aspectos humanos que los acercan aún más a sus vecinos.

En mi época de estudiante era habitual ponerle un nombrete al profesor. En mi colegio teníamos un profesor de inglés que fue bautizado por sus primeros alumnos como “El Cabo”, conocido en sus inicios por su sistema de dar clases más parecido a un cuartel militar que a un colegio de EGB. Los chiquillos no nos atrevíamos a decírselo a él pero si a su nombre no le poníamos “El Cabo”, no lo conocía nadie. Este profesor fue uno de tantos que tanto en el colegio como en el instituto “bautizaban” sus alumnos. Otros nombretes de “ilustres” y recordados maestros son  “La Patineta”, “el Fósforo” o “la Bombona”. Los que me lean y hayan estudiado en el Adán del Castillo o en el Cairasco de Figueroa les vendrán a la mente enseguida. En nuestro lenguaje coloquial era más cercano y accesible a través de ese apelativo popular que si se refirieran a él o ella simplemente por su nombre. 

Los "nombretes"  forman parte de la identidad de muchos barrios y pueblos en Canarias y en otras

Agustín "Murillo" genio y figura

partes del mundo. Sin embargo, en un contexto tan particular como el de este barrio, donde las tradiciones rurales y la modernidad han convivido durante décadas, los apodos han jugado un papel clave en la forma en que los vecinos se relacionan entre sí y cómo preservan su historia. En una época en la que el anonimato en las grandes ciudades es cada vez más común, los "nombretes" representan un lazo con el pasado, una manera de recordar que las personas están definidas tanto por su carácter individual como por el entorno social en el que se desarrollan.

Tamaraceite como otros muchos lugares es cuna de apodos muy singulares, unos tienen un significado que marcará a la familia durante generaciones, otros son simples “dichetes” que en la infancia servían para molestar a los amigos o amigas de juego y que llegaron a sustituir incluso al nombre de pila.

Quién no conoce a Agustín “Murillo” o a Antonio “el Padrino”. Pero estos “nombretes”, que tienen una historia detrás, son cariñosos, en el que ni el mismo que lo lleva se enfada, sino que se muestra orgulloso del sobrenombre. Hay otros que son más “duros”, cuya familia trata de esconder y que pasará de padres a hijos sin “piedad” del resto de vecinos. Pero estos son los menos y se los aseguro.

Manuel "Cazuela"
el alma de las fiestas
En mi barrio, Tamaraceite, incluso los podríamos clasificar por temas, como por ejemplo de animales,
“Caracol”, “Paloma”, “Palomo”, “Kíkera”, “Ciervo”, Mosquito”, “Caballo”, “Cochino”, “Cucaracho”, “Ratón”,.... Otros están relacionados con profesiones como “Chófar”, “Carniceros”, “Pastor”, “Cantero”, “Camellero”, “Pescaora”, “Filateros”,... Los hay de “gentilicios” como “Moro”, “Chino”, “Indiano”, “Canario”, “Blanco”, “Rubio”, “Negro”, “Árabe”, “Japonés”,  etc. También los encontramos de defectos, estos sí que son tema de “ofensa” como “Jedionda”, “Rebencúa”, “Mierdero”, “Gordo”, “Remendao”... Y también relacionados con la cocina podemos encontrar algunos como “Botija”, “Cocinillas”, “Carajacas”, “Chorro”, “Huevo”, “Batata”, “Cazuela”, “Níspero”, “Papafrita”, “Papita”, “Medio queque”, “Croqueta” y “Bandeja”,...

Hay muchísimos más, pero para no cansarles, si damos un salto en el tiempo, nos podemos encontrar nombretes más modernos como “Moroño”, “Chincha”, “Cachimba”, “Patapalo”, “Mandarria”, “Paleto”, “Marciano”, “Pigmeo”, “Enano”, “Cojo”, “Pirulo”, “Piojo”, “Cabo”, “Drácula”, “Pavo”, “Pelao”, “Tripa”, “Capitán”, “Pirata”, “Peluca”, “Morete”, etc. y que son claro ejemplo del cambio generacional de nuestra gente.

Los "nombretes" en barrios como Tamaraceite son símbolos profundamente arraigados en la vida cotidiana y la memoria colectiva. Estos apelativos reflejan la historia, las características y las relaciones de las personas dentro de nuestros barrios, creando un tejido social que conecta a los vecinos más allá de lo superficial. En lugares donde las relaciones humanas son cercanas y las historias compartidas, los "nombretes" se convierten en una forma de conservar la identidad y mantener viva la tradición. 

Antonio "El padrino"
siempre recordado en Tamaraceite
En definitiva es fruto de nuestra historia, de la vida diaria y cotidiana de nuestros padres, abuelos,
bisabuelos o quién sabe hasta dónde se remonta el origen de cada uno de ellos. Quizá dentro de unos años los “nombretes” sean otros más modernos o desaparezcan, pero no hay que dejar de reconocer, como decía en el 2001, que más bonitos, variados y pintorescos va a ser difícil que los encontremos. Espero que este artículo les haya removido historias y personajes, que igual ya estaban dormidos en el recuerdo, o quizá no.