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Por Esteban G. Santana Cabrera |
En mi caso, uso Google Classroom como plataforma de referencia (aunque perfectamente podría ser EVAGD u otras), desde donde el alumnado accede a los materiales que deben trabajar previamente. Esto les permite llegar al aula con un conocimiento básico del tema, lo que facilita que podamos aprovechar mucho mejor el tiempo presencial.
Un ejemplo claro de esta metodología lo encontramos en uno de los proyectos del curso: la radio escolar como herramienta de debate. A través del aula virtual, les lanzo una pregunta o tema de actualidad que divide opiniones (por ejemplo: ¿Deberían prohibirse los móviles en las escuelas? o ¿La inteligencia artificial mejora o empeora el aprendizaje?). A partir de ahí, deben investigar previamente en casa para documentarse, comprender el tema en profundidad y preparar argumentos a favor o en contra. En clase, organizamos el debate en formato radiofónico: con moderadores, tiempos establecidos y grabación final. No solo mejoran su expresión oral y capacidad argumentativa, sino que también aprenden a respetar el turno de palabra, escuchar con atención y contrastar ideas.
En este proceso de investigación, cada vez es más habitual que el alumnado, incluso en Primaria, recurra a herramientas de inteligencia artificial. Ya no se limitan a buscar en Google: utilizan asistentes virtuales como ChatGPT para resolver dudas, redactar borradores o comprender conceptos complejos. ¿Pero alguien les ha enseñado a usar correctamente la IA?
Aquí es donde, como docentes, tenemos una gran responsabilidad. La IA puede ser una herramienta muy potente para aprender, ahorrar tiempo y explorar nuevas ideas, pero también implica ciertos riesgos si no se usa de manera crítica. Por eso, en mis clases trabajo mucho la necesidad de verificar la información, contrastarla con otras fuentes y no dar por válida cualquier respuesta que genera una IA, del mismo modo que no asumimos como verdad absoluta lo primero que encontramos en internet. No basta con copiar y pegar: hay que pensar, filtrar y construir un discurso propio. Esta reflexión crítica es parte esencial del proceso, y por eso integro actividades donde los alumnos comparan lo que dice la IA con otras fuentes, debaten sobre su fiabilidad o reescriben un texto con su propio estilo.
Además, la IA también se convierte en una excelente excusa para reforzar la competencia digital. Hay que llevarlos a que comparen respuestas de la IA con otras fuentes, que reformulen preguntas, que aprendan a citar adecuadamente y a diferenciar entre un resumen automático y un trabajo personal reflexivo.
En definitiva, la metodología flipped, combinada con el uso crítico de la IA, favorece una actitud más activa y autónoma en el alumnado. No se trata de “dar clase al revés”, sino de cambiar la dinámica de siempre para que el aula sea un espacio vivo, donde se piensa, se investiga, se discute, se crea y se aprende en equipo. Un espacio donde el alumnado pueda ser el protagonista de su propio aprendizaje con el docente siendo el acompañante, el guía del proceso. Sólo así conseguiremos que los aprendizajes sean duraderos. Como dice una frase en grande en elAula Taller de nuestro cole: “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”.
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