lunes, 29 de diciembre de 2025

Más Educación, más calidad de vida y menos ruido en el Año Nuevo

Por Esteban G. Santana Cabrera 

El año nuevo siempre llega cargado de promesas. Sobre todo si escuchamos los discursos políticos de fin de año donde se hace balance de lo pasado y se “promete” el futuro. Personalmente creo que es casi un acto de fe confiar en que los próximos doce meses nos traerán más luces que sombras, más avances que retrocesos. No se trata de ingenuidad, sino de esperanza, una palabra que sigue teniendo sentido cuando se la acompaña de reflexión y compromiso.

Ojalá este 2026 sea un año de buenas noticias. Un año en el que la cordura se abra paso, especialmente en el ámbito político, donde tantas veces el ruido termina ahogando las soluciones. Necesitamos serenidad, acuerdos y una mirada a largo plazo que ponga a las personas en el centro. Porque gobernar no debería ser una carrera de obstáculos, sino un ejercicio de responsabilidad colectiva. Al hilo de esta idea me vienen a la cabeza las conversaciones con mi amigo Luis Cristóbal García Correa en su etapa de concejal del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, sobre la responsabilidad del político de verdad, del que busca el bien común y no su propio beneficio, de aquel que intenta ser un servidor público y no servirse de su puesto para malversar, prevaricar y hacerse poderoso ante los ciudadanos.

En este nuevo año mis mejores deseos de salud, que nunca deja de ser la base de todo lo demás. Que los avances médicos sigan llegando, no para alargar la vida hasta cifras casi irreales, sino para mejorar su calidad. Vivir más solo tiene sentido si vivimos mejor, con menos dolor, más autonomía y mayor bienestar físico y emocional. Potenciar a los investigadores canarios, ponerlos en valor, hará que creamos más en los profesionales sanitarios de nuestra tierra, que son muchos y buenos.

Pero si hay un ámbito donde el nuevo año debería marcar un antes y un después, ese es la Educación. Estrenamos ministra, y con ella se renueva, al menos sobre el papel, la esperanza de que algo cambie. Sin embargo, la experiencia nos invita a la prudencia. La política educativa en España sigue anclada en un viejo mantra: “cada maestrillo tiene su librillo”. Y así, entre leyes que nacen con fecha de caducidad y reformas que no terminan de calar, el sistema avanza sin un rumbo claro y compartido.

Uno de los grandes silencios del debate educativo es la evaluación del profesorado. Cada año se incorporan nuevos docentes al sistema sin que exista una verdadera cultura de seguimiento, acompañamiento y mejora. Apenas se mide qué se hace en el aula, cómo se hace o qué impacto tiene en el aprendizaje del alumnado. Y no estoy hablando de rendimiento ni calificaciones que muchas veces muestran un falso retrato de la realidad. Evaluar al profesorado no debería ser sinónimo de castigar, sino de ayudar a crecer profesionalmente. Mejorar la calidad del docente es, sin rodeos, mejorar la calidad de la Educación.

A esto se suma una cuestión cada vez más urgente y que no paro de reivindicar: la salud mental del profesorado. Cuidarla no es un lujo ni una moda, es una necesidad vital para poder afrontar cada día un aula diversa, exigente y con múltiples problemáticas. Un docente agotado difícilmente puede inspirar, acompañar y transformar. Los políticos, demasiadas veces, miran la Educación como un problema que gestionar y no como una oportunidad para transformar la sociedad. Y es ahí donde perdemos todos.

Desde estas islas que compartimos, espero que este año 2026 seamos un territorio más unido, separado solo por el mar que nos rodea, pero mejor comunicado, más justo y con las mismas oportunidades para nuestros jóvenes, vivan donde vivan. Que el nuevo año nos acerque más, nos haga pensar mejor y nos recuerde que invertir en Educación y en Salud es invertir en futuro.

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