Nadie es ajeno a los cambios que está sufriendo la educación. Estudiantes, familias y docentes miran – entre el deseo, la impaciencia, la incredulidad, el rechazo y la desesperación – las transformaciones que acontecen o se vislumbran en la escuela. En muchos foros se mantiene un intenso debate, dentro de cada sector y entre ellos, acerca de cómo se tienen que llevar a cabo estos cambios, cuál tiene que ser el ritmo y cómo observaremos si los cambios conllevan mejoras o no.
La Inspección Educativa también está preocupada por los cambios que están ocurriendo a su alrededor. Por un lado, le preocupa ser útil en estos momentos de incertidumbre en el cual la sociedad busca referentes para definir qué es una buena educación; por otro lado, la Inspección también está preocupada porque ve su espacio de trabajo ocupado por agencias y oficinas de evaluación, su labor redefinida por instituciones o agentes externos, a veces de origen empresarial, o porque la política quiere manipular, por intereses partidistas o sesgadamente ideológicos, un cuerpo que debe estar al servicio de la sociedad y no de unos o de otros.
En este sentido me parecía muy interesante el reto que me propuso la organización del XXXIV Congreso de la Asociación Nacional de Inspectores de Educación. Una ponencia para inspectores e inspectoras de educación es siempre un desafío complicado: es un público exigente, muy preparado, nada condescendiente con las ocurrencias y que conoce el sistema educativo en profundidad y en extensión. Si además quieres replantearte cuál es el sentido hoy de la Inspección de Educación, entonces estás realmente ante un reto de envergadura.
Mi tesis hoy ha sido la siguiente: la Inspección de Educación tiene como objetivo garantizar la calidad del sistema educativo a través de sus funciones de control, evaluación y asesoramiento. Asumiendo este objetivo, me pregunto si tenemos evidencias científicas de la eficacia de las actuaciones de la Inspección, evidencias que provengan de estudios serios y bien diseñados, con el aval, como diría mi amigo Ramón Flecha, de la comunidad científica internacional. A partir de los datos de estas investigaciones – cuyas conclusiones podéis leer en la presentación a continuación – me permito aventurar que la Inspección de Educación tiene la capacidad de servir a la mejora de la calidad del sistema educativo siempre que su trabajo contribuya a crear en los centros educativos una comunidad profesional de aprendizaje, es decir, una configuración social determinada que permita el aprendizaje de los propios docentes a partir del análisis de su propia práctica y los resultados que con esta obtiene.
Sin embargo, para que esto ocurra tienen que darse algunas circunstancias: coherencia en el discurso de la Inspección Educativa, realización de evaluaciones finas que permitan a los centros conocerse y mejorar, aportación de un feedback útil y orientado hacia la mejora, construcción de una cultura del cambio, etc. Además, como pedí la semana pasada también al profesorado en el Encuentro Acción Magistral 2016, necesitamos una Inspección que (1) colabore con los centros construyendo con ellos lazos de confianza desde su posición de autoridad, (2) que esté conectada al profesorado y al Claustro-en-la-red, donde hoy dialogan, aprenden y definen proyectos tantos docentes y (3) que asuma la posición de liderazgo educativo y social que afirma merecer pero que hoy ha perdido en favor de otros agentes e instituciones.
En mi humilde opinión, tener una Inspección de Educación es una buena noticia para la sociedad y para el sistema educativo. Tienen el poder de prestar un servicio importante a través de su capacidad de conocer y evaluar para después asesorar y acompañar en los procesos de cambio. Es meritorio que cuando se reúnen en sus congresos, tanto ANIE como ADIDE (a quienes acompañé hace dos años), reclamen poder realizar bien su trabajo. Muchos compañeros y compañeras docentes así lo desean pues una Inspección eficaz es tan buena para todos como molesta puede llegar a ser una Inspección burocrática y reproductiva. La primera es garantía de calidad y de equidad, la segunda es garantía de bloqueo y estancamiento. No me cabe duda, porque así me lo han hecho ver en estos encuentros los propios inspectores e inspectoras, de que la segunda irá desapareciendo y nos quedaremos con la Inspección que merecemos, una Inspección útil, centrada en ayudar y en construir entre todos una escuela mejor.
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