Por Esteban G. Santana Cabrera |
Estar al frente de un equipo de trabajo no es fácil. Asumir puestos de responsabilidad en el ámbito profesional, muchas veces lleva aparejados múltiples problemas por la falta de formación en liderazgo. Porque no es lo mismo ser líder que jefe y como bien dice González, M. J. (2006). Habilidades Directivas. Innova. Nobel, G y col. Enfermería psicosocial y salud mental. Elsevier Masson, un líder es aquel que corre riesgos, fomenta la participación activa del grupo, es creíble mediante sus acciones, practica con el ejemplo, tiene visión de futuro, es un modelo a seguir, promueve el trabajo en equipo, está atento al progreso, fomenta la creatividad e innovación, es un motivador, es original, tolera la frustración y se adapta fácilmente a las situaciones.
En el ámbito educativo ser un buen líder es básico para asumir el cambio pedagógico de los centros que apuestan por la Educación del S XXI. En las directivas de los centros educativos cada vez es menos necesario buenos gestores económicos ya que hay aplicaciones informáticas y de gestión que ayudan a sobrellevar este proceso, lo que sí que es necesario es que haya buenos gestores humanos, líderes pedagógicos que abanderen el cambio que la educación moderna tanto necesita.
Las aulas también están necesitadas de docentes que sean líderes de la innovación, que estén formados en nuevas tecnologías y metodologías, que sean creativos, que empaticen con su alumnado, que fomenten el trabajo cooperativo y colaborativo y que no impartan las clases de manera magistral, al menos la mayoría, sino que la investigación sea pieza fundamental en el quehacer diario. Porque el alumnado del S XXI no es igual que el del S XX ni el del XIX, y el tipo de enseñanza que se está impartiendo en muchos de nuestros centros no varía de la del blanco y negro, salvo que se le ha añadido al aula una pizarra blanca que sirve para proyectar algún que otro vídeo que propone el libro de texto, en muchos casos.
El líder educativo debe asumir riesgos día a día, no le debe temblar el pulso a la hora de progresar y renovar pensando en el futuro del alumnado. Pero debe ser original y no repetir modelos que, si bien han sido experiencias de éxito en algunas comunidades educativas, podrían no serlo para la nuestra. Por ello es importante que sea creativo, analice y estudie las metodologías innovadoras y vaya haciendo, junto al resto de la comunidad educativa, un proyecto acorde a sus necesidades, a su infraestructura y a sus medios. Que no sea utópico, sí original y ambicioso, pero que lleve su sello profesional.
Pero abanderar una empresa, marca o centro educativo necesita ante todo un buen líder que tenga no solo una gran capacidad de trabajo y sacrificio, sino que sea humano, cercano, empático y que sepa ver los problemas antes de que ocurran. La paciencia es otra de las cualidades del buen líder. No perder los nervios ante las "meteduras de pata" del alumnado o los docentes que están a su cargo es vital. No dejarse llevar por el "calentón" del momento para corregir al que se equivoca caracteriza al buen líder, aunque muchas veces lo que nos salga desde lo más adentro es decir "aquí mando yo y las cosas las haces así". La diferencia entre una manera de actuar y la otra es que con la primera podremos ver un cambio en la persona a corto plazo y con el que actuamos de manera coercitiva la posibilidad de un cambio "a conciencia" es más difícil.
En definitiva, lo que debe predominar en un líder educativo es llegar a ser respetado por toda la comunidad, docentes, alumnado y familias, ser un referente, estar formado y no anclado en el pasado, por ello debe estar reciclándose continuamente, progresar profesionalmente y adaptándose a los nuevos tiempos. Los resultados ya llegarán.
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