Por Esteban G. Santana Cabrera |
¿Se puede obligar a pensar? ¿Podemos llegar a tener un pensamiento realmente eficaz? Quiero comenzar mi reflexión de hoy con un fragmento de la segunda meditación de Descartes y de donde sale su célebre frase "cogito ergo sum" o "pienso, luego existo": "¿Qué es, pues, lo que soy? Una cosa que piensa. ¿Y qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina, también, y que siente." Otro es pensar; y encuentro aquí que el pensamiento es un atributo que me pertenece: es el único que no puede ser separado de mí…Ahora bien, yo soy una cosa verdadera y verdaderamente existente; pero ¿qué cosa? Ya lo he dicho: una cosa que piensa".
A propósito de estas sabias palabras y si analizamos el comportamiento humano en general, podemos afirmar que vamos por la vida "como locos" y hacemos en múltiples ocasiones las cosas sin pensar. Ante hechos de nuestra vida cotidiana como ir de compras al supermercado o a la tienda, a comprarnos una pieza de ropa o elegir la compañía telefónica, comprarnos un coche o firmar una hipoteca con ésta o aquélla entidad bancaria,… la mayoría de las veces elegimos un producto u otro porque los vemos en la televisión, por el color, la marca, o simplemente porque nos llama la atención ¿Pero realmente nos hemos parado a pensar por qué elegimos uno u otro? Seguro que la mayoría de nosotros responderemos que no. Pero es un no más que justificado, ya que no estamos acostumbrados a pensar de manera eficaz, nadie nos ha enseñado desde pequeños a hacerlo.
Robert Swartz, profesor emérito de la universidad de Massachusetts en Boston y Doctor en Filosofía por la Universidad de Harvard, del Centro Nacional para la Enseñanza del Pensamiento, afirma que en todo proceso de pensamiento se dan dos elementos: el pensamiento en sí (la acción de pensar) y lo pensado, el objeto del pensamiento, centrando nuestra atención en lo pensado, y no reparando en la acción de pensar. La importancia de enseñar a pensar es básica para implantar en nuestro alumnado un pensamiento crítico y creativo que les permita aprender de una manera más práctica y analítica. Pero no solo para aprender los contenidos propios del currículo vigente, sino que luego esto le va a servir para la vida diaria. Si desde pequeños fomentamos en el alumnado el pensamiento crítico y creativo y trabajamos a través de destrezas y rutinas de pensamiento, a buen seguro que tendremos alumnos y alumnas más críticos y más creativos y no meros "borregos" que siguen a las multinacionales o a lo que venden los grandes imperios de la publicidad.
En muchos centros españoles se está aplicando ya la metodología Thinking Based Learning, introduciendo rutinas y destrezas de pensamiento en la práctica diaria, para trabajar los contenidos propios del currículo, pero sobre todo, formando mentes pensantes para la vida, críticos y creativos, no meros repetidores de conductas.
Fomentar en el aula acciones como pensar, debatir, discrepar, reflexionar, argumentar y al final llegar a conclusiones de manera colaborativa y consensuada, debe ir dejando de lado al aprendizaje memorístico, repetitivo y muchas veces sin sentido y que tanto daño hizo en la enseñanza tradicional. Porque como dijo Descartes “pienso, luego existo”. O lo que es lo mismo, o parecido, “pienso, luego estaré más preparado para la vida”
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