Autor: José Blas García Pérez
ROMPER CON EL MITO DE LA
Inutilidad de Programar
Que las programaciones no sirven para nada es una constante en el imaginario social docente. Romper con el mito de la inutilidad de programar la enseñanza es una de las acciones básicas para transformar la educación. Un docente creativo es pieza clave para que la enseñanza escolarizada deje de ser la máquina reproductora de valores, ideologías e intereses de la cultura dominante y se convierta en un espacio de desarrollo personal donde se permita a los individuos ser más libres, solidarios y creativos.
PLANIFICAR LA ENSEÑANZA
Soy defensor absoluto de que planificar la enseñanza es la quintaesencia de la tecnología docente, entendida como conjunto de instrumentos, recursos técnicos o procedimientos empleados en la educación. ¿Qué nos separaría a los docentes, si no fuese así, de un bachiller o de un graduado? ¿Por qué, si no fuera por ello, el ejercicio más definitorio de las pruebas selectivas para el acceso a la docencia son las programaciones?
A pesar de estas evidencias, no es raro escuchar (en las salas de profesores, en pasillos de centros educativos, en corrillos y grupos de docentes…) que las programaciones son solo “papeleo administrativo”, sin ningún valor real y que la ”experiencia profesional” es sustitutivo de la programación:
“No necesito preparar lo que le voy a dar, me lo sé de memoria…si después de 25 años no lo supiera” –comentaba una compañera hace unos días—. Sus palabras dejaban meridianamente claro dónde ponía el acento en su acción docente: los contenidos como base de la acción curricular. “Pues, creo que no” –le respondí—. “Yo creo todo lo contrario, que es imprescindible y, además, la tarea de realizarla es uno de los roles educativos que más me gustan”. Me miró como si fuera una rara avis.
Un docente creativo es
pieza clave
Pero ¿qué entendemos por “papeleo administrativo” o “burocracia”? Si la entendemos como las exigencias que no tienen ningún efecto sobre la práctica; o como las tareas profesionales rutinarias que no nos hacen pensar, que son poco creativas y muy repetitivas; entonces, programar podría considerarse una acción burocrática. ¿Por qué no lo es? Por dos razones fundamentales:
1
El alumnado es el centro de la programación.
2
Programar es una herramienta clave que proporciona valor creativo al diseño de aprendizajes.
POR QUÉ PROGRAMAR
Programación abierta,
una herramienta óptima para crear aprendizajes
Soy defensor de que es indispensable pensar, organizar y evaluar aprendizajes para dotar de sentido y de profesionalización (‘didáctico’/’educativo’ y ‘técnica’/’tecnología’) todas las acciones educativas que desarrollamos en las aulas.
Es más. Es necesario planificar las acciones para tener la seguridad que las inercias no me encierran en los cuatros muros del aula y de que, con ellas, abro los necesarios corredores francos que permitan unir la calle y el aula, lo formal y lo informal, lo desclasificado —o desaparecido— de la escuela.
Me miró como si fuera una
rara avis
Solo programando podemos prever uno de los posibles “guiones” a desarrollar en los múltiples escenarios posibles para el aprendizaje (físicos, virtuales, mixtos e, incluso, imaginados), podremos ayudar al alumnado a hacerse con el control de poderosos recursos; será posible crear mapas de rutas que le ofrezcan posibilidades de uso y memorización de rutinas y estrategias ajustadas al desarrollo de la competencia (de tanto nombrarla, despojada de su valor) de aprender a aprender y la creación de mecanismos que le ayuden a aprender a pensar. Uno de los elementos básicos de domino de las competencias que necesita poseer un docente lo constituye el arte de programar.
Programar, por definición, es un hecho creativo y artístico, a la vez que una actividad de dominio técnico, de conocimiento científico, de bagaje y acervo cultural. Cuando se domina el arte de planificar en la enseñanza se es capaz de visualizar, no sólo contenidos, estándares, recursos y metodología, sino algo mucho más importante que debe marcar la dirección de los procesos educativos: las necesidades de los individuos que aprenden.
Aún así hay muchos docentes que ni les gusta programar, ni lo hacen voluntariamente. Se dejan secuestrar la profesionalización que adquirieron con la superación de su “oposición”, sin darse cuenta que, una vez secuestrada y encerrada en la zona de confort del libro de texto, también les desposeen de la capacidad docente más libertadora: poder equilibrar el currículum y la realidad. ¿Para qué programar si las editoriales te las dan hechas? Es una letanía difícil de eliminar en el profesorado, a pesar de ser conscientes que los currículos heredados, eliminan, o acomodan, la autonomía y la iniciativa creativa del docente.
La desprofesionalización que las editoriales, con sus guías didácticas con muchos colorines a modo de marketing de ventas (llenas de anotaciones, recursos, materiales y enlaces prêt à porter), han provocado en el docente, ha desembocado en una desvalorización del currículo general, del currículo de aula y de los currícula personalizados.
PROGRAMACIÓN ABIERTA
Es difícil desligar la programación de la idea de currículum y desde que comencé el post se me entrecruzan constantemente. Currículum y programaciones escolares están unidos en el tejido que las construye. Cada programación es la extracción de un currículum propio para un grupo concreto.
La parte más negativa del currículum es, sin duda, las mismas características que lo definen: cerrado, regulador y poco dinámico; no representativo del pluralismo cultural de la sociedad y sin sensibilidad a las necesidades reales de los miembros que forman la comunidad escolar. Es más, una sociedad en la que las fuentes de la información, de creación y distribución del conocimiento han cambiado sustancialmente y que los conocimientos crecen de manera exponencial no puede estar sometida a las directrices de una herramienta tan inmovilista como es el currículo.
Una educación humanista, que mira de frente a las personas y a sus derechos insoslayables, precisa huir de programas homogeneizadores que no son más que un freno tanto para una atención educativa de calidad a la diversidad del alumnado, como para hacer realidad la deseada personalización de los aprendizajes con todas las herramientas tecnológicas que disponemos para ello. Entonces, ¿sería posible imaginar una escuela donde se pudiera elegir su propio currículum? ¿Sería posible hacer realidad, centros educativos con currículums (obsérvese el plural) abiertos y dispuestos a ser construido por los propios participantes de los procesos que allí se desarrollan?
ABIERTOS Y COMPARTIDOS
No son pocos los argumentos que algunos docentes esgrimen a favor de currícula controlados por las administraciones, ya que, a priori, deberían ser funcionales para dotar de responsabilidad, justicia y equidad a la escuela y, por extensión, a la sociedad en la que se inserta.
Equilibran la sociedad y evitan las diferencias de oportunidades.
Aseguran que nadie se quede sin un mínimo común para todos.
Sin embargo, y viendo el desastroso resultado que las instituciones son capaces de desarrollar con esta noble función enconmenda, y cómo en la realidad pueden llegar a convertise en herramientas de desequilibrio y dominio en manos de la clase dominante, es preciso atender a las tesis que sostienen el anhelo de currículos abiertos , creados colaborativamente y capaces de compartir visiones culturales propias y auténticas.
Permiten su revisión permanente en función del contexto.
Proporcionan coherencia en la progresión de los aprendizajes.
Eliminan la parcelación del saber y se formulan en modo globalizado e integrado.
Consideran las necesidades y características de las personas que lo desarrollan.
Proponen temáticas significativos y compartidas culturalmente.
Revalorizan la escuela democrática dotándola de capacidad para decidir sobre sus propios principios básicos.
Toman las riendas de una escuela emancipadora de personas y transformadora de la sociedad.
El sueño de currícula abiertos, flexibles y alternativos; evaluados tanto por los participantes como por agentes externos; creados colectivamente y dirigidos técnica y responsablemente, no es una quimera inalcanzable. El currículum repensado para los grupos a los que se dirige sólo tiene sentido desde una construcción cultural colectiva y compartida.
Hacia currículos
abiertos y compartidos
Es ahí donde el currículo potencia la función social, inherente a la educación, constituyéndose como enlace entre la sociedad y la escuela y como reconstrucción de la sociedad misma. Programar, entonces, se convierte en una práctica de valor. Programar retrata una manera concreta de visibilizar la educación escolarizada.
NO es una
quimera inalcanzable
La planificación de las acciones educativas es una eficiente herramienta en nuestra mano con la que podemos abocetar la educación que soñamos, haciendo de ésta un instrumento para cumplir una misión de mayor relevancia en el tiempo: el cambio y la mejora de la vida de las personas.
La colaboración de todos los actores participantes en el diseño global del currículo (que no del técnico y pormenorizado) es el primer paso para comenzar a construir la realidad de una escuela autónoma, comprometida, capaz y decisoria, autoregulada por profesionales, alumnado, familias y contexto.
Si hoy pudiéramos construir un nuevo proverbio chino, sería muy fácil: muéstrame el currículo que creas, cómo lo construyes y de qué manera lo pones en práctica…
…Y te diré
qué escuela eres
NOTA DEL AUTOR: A los interesados, recomiendo la lectura de textos y libros de cuatro de los mejores autores españoles sobre este tema: José Gimeno Sacristán, Juan Manuel Escudero Muñoz, Jurjo Torres Santomé y Rafael Feito Alonso.
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