Por Esteban G. Santana Cabrera |
"Éxito escolar no es sinónimo de éxito en la vida". Si me permiten, me quiero hacer eco de estas palabras de un gran maestro y psicopedagogo italiano, Francesco Tonucci, porque describen claramente el panorama social y educativo que estamos viviendo. En Canarias tenemos muchos y variados ejemplos de personas que sin apenas estudios, ya que en su época estudiantil fueron etiquetados como "malos estudiantes", en su vida profesional han tenido un éxito inimaginable para sus maestros de la escuela. Siempre recordaré en mi época de estudiante a Lucas, el más "inteligente" de la clase, el que sacaba mejores notas, el modelo para los otros que no éramos calificados como "buenos", y al final terminó de camarero cuando todos nos lo imaginábamos poco menos que en la NASA. ¿Esto por qué ocurre? Los centros educativos están pensados por adultos. La opinión del alumnado sobre los agrupamientos, el ambiente de aula, los contenidos, etc, generalmente no es tomada en cuenta, por no decir nunca. Pero por el contrario, las leyes que protegen al menor, dicen claramente que hay que resaltar el interés de los más pequeños, señalando que tienen derecho a que su interés sea valorado y considerado como primordial en todas las acciones y decisiones que le conciernan, tanto en el ámbito público como privado. La misma Ley del Menor recoge el derecho de estos a ser oídos y escuchados, sin discriminación alguna por edad, discapacidad o cualquier otra circunstancia, tanto en el ámbito familiar como en cualquier procedimiento administrativo, judicial o de mediación en que esté afectado y que conduzca a una decisión que incida en su esfera personal, familiar o social, teniéndose debidamente en cuenta sus opiniones, en función de su edad y madurez. Para ello, el menor deberá recibir la información que le permita el ejercicio de este derecho en un lenguaje comprensible, en formatos accesibles y adaptados a sus circunstancias. ¿ES realidad o ficción? ¿Se cumple?
Ya lo dice Francesco Tonucci: "la escuela es una estructura absolutamente ajena a la vida social". Aulas que se repiten en cualquier lugar del país, con el mismo mobiliario "verde ministerio" como lo califica Javier Bahón, y con alumnos repitiendo contenidos que en muchas ocasiones no les despierta el mínimo interés. Por ello Tonucci propone renunciar a las aulas, y sustituirlas por centros que trabajen por rincones, con laboratorios y talleres que despierten el interés de los niños.
Tonucci ha realizado el proyecto la "Ciudad de los niños'" que pretende pedir a los gobernantes de las ciudades que consideren a los más pequeños como interlocutores para proponer cambios en las estructuras urbanas y adecuarlas a sus intereses. La finalidad es que el niño sea escuchado y tenido en cuenta, en todos los ámbitos de la vida, desde la escuela hasta el barrio y la ciudad. Con ello potenciar una escuela más significativa, más atrayente, que realmente eduque para la vida.
Desgraciadamente estas experiencias pilotos no llegan a buen puerto en el 90% de los casos porque habría que cambiar muchas estructuras que a día de hoy son infranqueables. No interesa la opinión de los más pequeños y desfavorecidos porque a buen seguro que no es el interés del poderoso caballero "don Dinero".
Pero los niños y los jóvenes no se cansan de seguir en su empeño de cambiar la sociedad. Como es el caso de un grupo de recién graduados en Geografía que quieren realizar un proyecto participativo de adecentamiento de uno de los barrios históricos y más abandonados de la ciudad de Las Palmas de GC. Un proyecto que no consiste solo en "albear" los problemas y darle otro "color," sino que trata de hacer más digna la vida de cientos de personas, mayores y niños. Hagámosles caso, que a buen seguro que otra escuela, otro barrio, otra ciudad tendríamos.
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