lunes, 30 de septiembre de 2024

"Defiende los derechos de la lengua de signos"

Por Esteban G. Santana Cabrera  

La importancia de aprender el lenguaje de signos en las escuelas no es solo una cuestión de inclusión, sino un paso fundamental hacia la justicia social y el respeto por la diversidad humana. La pasada semana se conmemoró  la creación, en 1951, de la Federación Mundial de Sordos y las Naciones Unidas nos invitaba a suscribir el lema de este año "Defiende los derechos de la lengua de signos". Este día destaca la importancia de preservar las lenguas de signos  como parte de la diversidad lingüística y cultural, así como el acceso de las personas a servicios, educación y oportunidades en su lengua natural. La Lengua, en muchos casos es un motivo de exclusión para las personas sordas, por no permitirles desarrollarse ni integrarse plenamente en la sociedad.

Hay ejemplos de personas sordas que marcaron un hito en la historia por su talento, constancia y dedicación como Beethoven que compuso la Sinfonía número 9, toda una de sus obras maestras a pesar de tener una gran deficiencia auditiva. O Francisco de Goya pintor de obras como «La maja desnuda» o «El 3 de mayo en Madrid», que luchó por los derechos de las personas sordas, logrando que se abriera la primera aula para la enseñanza de sordomudos en España. Pero hay otras que no han podido desarrollarse plenamente porque no han tenido ni la capacidad ni los recursos para ello.

El Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo (UNESCO 2020) nos invita a que entendamos que la educación inclusiva es para “todos y todas, sin excepción”, debiendo estar los más vulnerables en primera línea de los planes de acción puesto que afrontan más barreras. No podemos hablar de una educación inclusiva si ignoramos que existen barreras lingüísticas que impiden a un sector de la población desarrollarse plenamente. 

Afortunadamente, son cada vez más los eventos e incluso los programas televisivos que tratan de introducir el lenguaje de signos. ¿Pero se puede hacer más? No solo se puede, sino que se debe hacer más. La Lengua de Signos Española (LSE) está reconocida en la Ley 27/2007, de 23 de octubre como lengua en España, donde se regulan los medios de apoyo a la comunicación oral de las personas sordas.  

No podemos olvidar que aprender una lengua de signos no es solo formarse para poder comunicarse con personas sordas, sino también prepararse para saber compartir, respetar y valorar sus derechos. El acceso a la educación, a los servicios y oportunidades en su lengua natural debe ser un derecho inalienable. En este sentido, la preservación de las lenguas de signos es también una cuestión de justicia cultural, ya que son una parte esencial de la diversidad. La lengua es una puerta a la comunicación, al desarrollo y a la participación plena en la sociedad. Sin embargo, para muchas personas sordas, este derecho se ve limitado, lo que se traduce en exclusión. 

Si de verdad queremos una sociedad inclusiva, debemos incorporar la enseñanza del lenguaje de signos en las escuelas. Esto no solo permitirá que las personas sordas se desarrollen plenamente, sino que, como sociedad, nos enriquecerá con una mayor comprensión y respeto por la diversidad. La inclusión no puede ser un privilegio de unos pocos, sino un derecho para todos. Como se señala en el Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo de la UNESCO 2020 , “desde una perspectiva más amplia, el desarrollo de una sociedad inclusiva tiene beneficios a nivel económico y social. Las políticas que promueven la inclusión permiten un uso más eficiente de los recursos humanos, y cuando todas las personas tienen la posibilidad de desarrollarse plenamente, la sociedad en su conjunto se beneficia de una mayor productividad y cohesión”. 

Quiero terminar con esta frase  de Nelson Mandela "La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo." que suelo poner en algunas charlas a padres, ya que la educación es el principal instrumento para lograr cambios significativos en la sociedad y, en este caso, subraya que la inclusión en la educación —a través de herramientas como la enseñanza de la lengua de signos— es esencial para garantizar la participación plena de todos los miembros de la sociedad. La inclusión en la educación no solo transforma vidas, sino que también construye una sociedad más justa e igualitaria.


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