Por Esteban G. Santana Cabrera |
Todo lo desconocido parece magnífico o lo que es lo mismo omne ignotum pro magnifico. No sé si a ustedes les pasa o les ha pasado ésto en algún momento de su vida: que nos guste el coche del otro más que el nuestro, la casa del vecino más que la nuestra, hasta la vida de los otros más que la propia. En el ámbito educativo ocurre en muchas ocasiones: nos gusta más la clase de fulanito que la de menganito, el método de siclano más que el de mengano, etc, etc. Hay centros, docentes, alumnado, metodologías, vistas desde fuera, sin profundizar, parecen que son mejores que lo nuestro o lo que podamos hacer nosotros. Se está viviendo un boom de metodologías emergentes que parecen un seguro a todo riesgo para aquél que se anima a ponerlo en marcha en su aula. Los que hemos tenido la posibilidad de asistir a congresos o ferias educativas hemos venido encantados de la de cosas bonitas que se hacen en algunos centros, pero nos encontramos a mi modo de ver con dos problemas cuando tratamos de implementar estas metodologías en el aula. Uno son las prisas y otro que creemos nos van a solucionar todos los problemas del aula. Y, cuando el docente se enfrenta a la realidad, si no está bien asesorado, se decepciona, abandona y vuelve al sistema tradicional o lo que es lo mismo, a su zona de confort, llegando incluso a ser crítico con el cambio.
Por ello, a mi modo de ver, debemos tener un poco de cordura y lo principal es tener paciencia. La paciencia es una palabra que proviene del latín pati, que significa sufrir. Para el budismo el término Kshanti, una de las prácticas para llegar a la perfección, es decir, una de las paramitas, tanto en la escuela Theravāda como en la Mahāyāna del Budismo. Si aunamos estas dos definiciones procedentes de dos culturas diferentes, podríamos decir que para conseguir llegar a la perfección educativa hay que tener paciencia. Para poder empezar a ver los frutos de la implementación del cambio educativo en el aula, hay que tener mucha, mucha paciencia, partiendo de la base de que cada grupo de alumnos es distinto al otro, cada centro, aunque sea del mismo distrito tiene sus particularidades e intereses y sobre todo, cada alumno y cada docente son distintos y tenemos unas cualidades e intereses diferentes.
Y en el caso de la educación ocurre lo mismo que en medicina, el medicamento que vale para uno, igual no va a tener el mismo efecto en el otro. Por ello tendremos que partir de un punto común, pero nuestro proyecto educativo tiene que ser único, diferente al de los otros, porque nuestro alumnado es único e irrepetible. Por ello no tengamos miedo a probar con nuevas metodologías en el aula, a leer, informarnos y formarnos, para luego ir poco a poco, con mucha paciencia, ir realizando cambios en el aula y en el grupo. Todo ello con la finalidad de conseguir la perfección educativa o lo que es lo mismo, el éxito escolar. Porque el éxito de nuestro alumnado será nuestro éxito, pero sobre todo, el éxito de la sociedad.
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