Por Esteban G. Santana Cabrera |
La ilusión de estos días, de grandes y chicos, mayor o menor que otros años, me ha hecho reflexionar sobre este término, que a mi modo de ver tiene que impregnar nuestras vidas en todos sus ámbitos. Un niño sin ilusión va directo a una depresión. Un matrimonio sin ilusión tiene muchas papeletas para el fracaso. Un estudiante sin ilusión es un candidato al abandono escolar. Un profesional sin ilusión, de cualquier índole, tiene todas las papeletas para ser catalogado un "mal profesional", aunque no lo sea o no quiera serlo.
En muchas ocasiones hemos escuchado lo bien que se siente la gente, aún teniendo un mal pronóstico, cuando es bien atendido por un profesional de la medicina. ¿Y en la enseñanza? ¿Es importante la ilusión? Creo firmemente que sí. Un maestro sin ilusión es un barco sin timón, sin carburante para navegar por las mareas de la vida escolar. El otro día hablaba con un docente que me decía que no tenía ilusión, que necesitaba cambiar. Les reconozco que yo también he pasado en mis veinticinco años por momentos más o menos duros, pero la ilusión nunca la he perdido. Porque cuando pierdes la ilusión estás "muerto" profesionalmente, acabado como docente. No sabrás ver en tu alumnado sus deseos, sus inquietudes, sus potencialidades. No tendremos el combustible necesario para ver más allá del dar y recibir o lo que es lo mismo, dar lecciones y recibir deberes ¿Pero cómo recuperar la ilusión?
Recuperar la ilusión no es fácil cuando llevamos un tiempo nadando en los "sumideros" de nuestra psique, viéndonos a nosotros mismos, sin mirar a nuestro alrededor. Porque la ilusión está vinculada a los sentidos y es esa capacidad que tenemos para conseguir una meta. La ilusión no es algo que se consigue por arte de magia, se consigue a base de trabajarla. Y marcarnos metas es el principio del cambio, pequeñas al comienzo, para ir teniendo objetivos cada vez más amplios, sin llegar a la ambición. Pero, cuidado, podemos caer en el "narcisismo", aquel que espera que sus logros reciban una mayor atención. No debemos olvidar que el verdadero protagonista del proceso de enseñanza aprendizaje es el niño y que él es el verdadero artífice de los logros conseguidos, nosotros, los maestros, somos solo los motores de propulsión.
Creo que éste es un buen momento para recuperar la ilusión por vivir, por trabajar, por innovar, por cambiar, por revolucionar este mundo, en el que muchas personas se han ido acomodando dejando de lado la ilusión y el esfuerzo. Porque no hay ilusión que pueda hacerse realidad sin esfuerzo. Y les aseguro que vale la pena el esfuerzo para volver a recuperar la ilusión.
¡Cuanta razón hay en este artículo! La ilusión es la que mueve todo en la vida, la que ha cambiado el mundo para bien, y el docente debe tener ilusión y además contagiarla, y si eso es ser un soñador, ¡benditos soñadores!
ResponderEliminarSaludos.