Por Esteban G. Santana Cabrera |
Si nos vamos al diccionario podemos ver que se define a la empresa como una entidad económica en la que el capital, el trabajo y la dirección se coordinan para realizar una producción socialmente útil. Ésta tiene como fines la producción de bienes y servicios, y la obtención de "beneficios" en el sentido amplio de la palabra, no meramente económico, en el que intervienen empresarios; personas físicas o jurídicas titular de la empresa, factores de producción; que son los medios humanos, técnicos y económicos que intervienen en la producción de bienes o prestación de servicios. Sin olvidar la organización; estructura funcional y departamental de la empresa que marca los métodos de trabajo y producción.
Los centros educativos, al fin y al cabo son empresas en las que el capital que se emplea, el trabajo del profesorado y la función directiva, de manera coordinada, buscan un beneficio, el éxito escolar del alumnado. Ya hay muchos centros privados, que si no obtienen beneficios económicos no estarían abiertos, que plantean estrategias pedagógicas y económicas para ser punteros y con ello tener mayor caché y más matrícula.Si los centros educativos públicos funcionaran como empresas, se obtendrían más “beneficios”, y creo que no me equivoco. Está más que demostrado que nuestro alumnado no aprende solamente en la escuela, sino que lo hace en casa, en la calle, o en las actividades extraescolares. Son muchos los agentes que intervienen en el proceso educativo, entre los que podemos encontrar al profesorado, los monitores de actividades, la familia y el propio ambiente en el que se mueva. Si retomamos el último estudio de la OCDE, la principal fuente acreditada para ofrecer información precisa y relevante sobre el estado de la educación en todo el mundo proporcionando datos sobre la estructura, las finanzas y el rendimiento de los sistemas educativos de los 34 países miembros, una de sus conclusiones es que las familias con recursos tienen más posibilidades de éxito escolar que las de menos posibilidades. Aunque de eso ya he hablado en alguna que otra ocasión, hoy me quiero centrar en un hecho que ocurre en muchos centros educativos de nuestro país, que permanecen cerrados al acabar el horario escolar, pareciéndose más a centros comerciales que venden clases de 9 a 2 para después estar cerrados a cal y canto hasta el día siguiente. Abrir las puertas de los centros públicos a la comunidad para que disfruten el alumnado y sus familias de sus servicios y de actividades con sus compañeros, familiares, monitores u otras personas del entorno, podría llevar a los centros educativos a obtener mayores "beneficios", o lo que es lo mismo, se aumentaría el éxito escolar. Las bibliotecas abiertas en horario de tarde debería ser una realidad en la escuela pública, donde en muchas ocasiones es el único recurso cultural en la mayoría de nuestros barrios. Poner en uso nuestros recursos, que al fin y al cabo son de todos y todas.
Aprendemos en sociedad y la escuela no puede darle la espalda a ésta. Los centros educativos en horario de tarde podrían ser una puerta abierta a la cultura de una población que en muchos casos carece de posibilidades de acceder a formación, clases de refuerzo, apoyo educativo o, a medios tan básicos hoy en día como las nuevas tecnologías o a una wifi.
Pero sobre todo es un recurso público al que hay que sacarle “rentabilidad”, siendo las rentas, todos los beneficios que pueden revertir en la sociedad.
Mucho debemos aprender en la enseñanza pública de la enseñanza privada, pero sobre todo, de la mentalidad de empresa. Mejorar el rendimiento individual del empleado público también permitiría un incremento en el rendimiento del centro educativo, como afirman los autores den Hartog, Boselie y Paauwe, refiriéndose a la empresa. En la educación, un profesorado más preparado, más formado, implicaría un porcentaje mayor de posibilidades de éxito que el menos formado. Por ello es importante que los docentes reciban un feedback de su práctica de aula y es aquí donde entrarían los observadores de aula, que bien podrían ser los propios compañeros del claustro, asesores, inspectores u orientadores. Pero no entrar para ver el cómo, sino qué hace el profesorado, y para qué sirve lo que está haciendo en clase.
Todo esto caería en saco roto si lo que se hace en el centro educativo no sirve para la vida diaria. Por ello la enseñanza tiene que ser competencial y no meramente memorística y repetitiva. Y es aquí donde entramos en el discente y en el tratamiento que hacemos de cada uno de nuestros alumnos, si los vemos como grupo o como personas individuales, con talentos diferentes unos de otros.
En definitiva, un profesorado preparado, una administración educativa cercana y facilitadora no burocrática y penalizadora, una buena estructura y organización por parte de un equipo directivo bien preparado y sobre todo unos medios ténicos y recursos adecuados, como cualquier empresa que busque estar en el mercado, haría que nuestros centros educativos no solo fueran referentes sociales y modelos, sino que sería una "fábrica" de éxito escolar. Lo difícil, hacerlo, lo fácil, seguir como estamos y sálvese quien pueda, o lo que es lo mismo y como dice alguna de las conclusiones de la OCDE, la buena educación para los que más tienen.
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