Rocío López Valdepeñas
La inteligencia emocional es esa competencia que nos invita a conocernos a nosotros mismos y a los demás. Nos abre las puertas al mundo y nos muestra cómo relacionarnos de forma más efectiva con nuestros amigos, familiares y conocidos. Es, por tanto, la inteligencia que nos empuja hacia la felicidad. Entonces, ¿por qué no trabajarla desde bien pequeños?
Quiero compartir con vosotros un juego al que llamo “Adivina cómo me siento” y que está orientado al reconocimiento de las emociones en los demás. Es una actividad que puede realizarse a partir de los 4 o 5 años de edad y ha de ser predecesora de muchas otras que inviten al conocimiento sobre las emociones.
Paso 1. Descubriendo el saco de las emociones
Sitúa a tus estudiantes sentados en círculo, pide que uno de ellos que se aproxime a ti y tome del “saco de las emociones” una fotografía. Este saco ha de contener imágenes de niños que reflejen claramente las emociones que quieres trabajar con tus estudiantes. (Si no quieres utilizar un saco y prefieres hacerlo de forma digital, también puedes proyectar las imágenes escogidas).
Lo mejor es que empieces por dos emociones que sean antagónicas o muy diferentes entre ellas (por ejemplo, la alegría y la tristeza) y que vayas añadiendo más a medida que tus alumnos reconozcan bien las anteriores.
Trata de escoger imágenes que estén contextualizadas, para que así les resulte más sencillo entender qué sucedió y puedan ponerse en la piel de ese niño o niña, de tal manera que logren interpretar las emociones que hay detrás de esa escena.
Paso 2. Reconociendo esa emoción
Imprime dos folios a cada uno de los alumnos: Si estáis trabajando la alegría y la tristeza, uno de ellos ha de contener una carita sonriente y el otro, una triste. Así cuando se les enseñe la imagen que ha salido del saco, tus alumnos levantarán una carita u otra respondiendo a la pregunta ¿qué siente el protagonista de la fotografía?
Para justificar una elección u otra, pídeles que hagan hincapié en la gestualidad de los protagonistas de las imágenes: “sé que está triste porque llora”, “sé que está contento porque salta de alegría”, etcétera. Pon palabras allá donde tus alumnos no lleguen, para estarás reforzando y ampliando su vocabulario emocional.
Paso 3. Imaginando las causas
Después, para profundizar en el reconocimiento de esas emociones diles que imaginen qué ha sucedido para que los personajes de las fotos se sientan de este modo y diles que te expliquen qué situaciones les hacen a ellos sentirse contentos o tristes.
Si son un poquito más mayores, puedes organizarlos en pequeños grupos y pedirles que inventen una pequeña historia que acompañe a esa fotografía. A continuación, sería genial compartirla y votarla para quedarse con la idea que mejor “explique los hechos”.
Paso 4. Solucionando la escena
En el caso de tratarse de una emoción negativa, como la tristeza; puedes dar un paso más allá con tus alumnos y decirles que piensen de qué formas podrían aliviar ese sentimiento para que no les bloquee y pueda convertirse en una emoción buena. Finalmente podemos decirles que recuerden qué hacen ellos para sentirse mejor cuando están tristes.
-Objetivo de aprendizaje: Identificar aquellos rasgos físicos o gestuales que nos hacen reconocer las emociones en los demás y, además, tratar de buscarles unas causas y soluciones.
-Material: Un saco o proyector, fotografías de niños en diferentes situaciones.
Rocío López Valdepeñas es maestra especialista en innovación educativa y emprendimiento.
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